«Hoy aquí, mañana en Sarracín». Toda una declaración de intenciones el cántico del medio centenar de personas, en su mayor parte vecinos de los pueblos afectados por la clausura del tren Zamora-Puebla de Sanabria que, salvo milagro, se oficializará a partir del 1 de junio próximo. Mientras las autoridades mantienen mutismo absoluto y en Renfe aseguran no saber nada oficial, los sindicatos manejan ya como hipótesis más probable la clausura del tren regional, incluso antes de que el Ministerio de Fomento haya dicho esta boca es mía con respecto al plan de reestructuración de servicios de media distancia. La Junta por su parte, tampoco abre el pico no vaya a ser que el toque apechugar con el déficit como venía haciendo tradicionalmente con la línea Valladolid-Puebla. A los vecinos de Carbajales de Alba, Ferreruela de Tábara, Abejera, Sarracín de Aliste, Cabañas de Aliste (que no tiene ni autobús, solo este medio de transporte público), y Linarejos-Pedroso nadie les ha avisado por conducto oficial (ni a sus alcaldes) que les vayan a quitar el tren. Pero el asunto es vox pópuli.

Y los primeros en reaccionar han sido los propios trabajadores de Adif que, movilizados por el comité de empresa, convocaron una concentración, apenas publicitada. Lo suficiente, sin embargo para que se enteraran alcaldes y vecinos de Aliste, Alba y Sanabria, que fletaron un par de autobuses para apoyar la demanda de mantenimiento del servicio ferroviario. La concentración se desarrolló con total normalidad. Había pancarta contra el cierre, se leyó un breve manifiesto que condensó lo fundamental de la reivinciación, se exigió la intervención de la Junta y se corearon eslóganes como «Por un ferrocarril público y social» y «Menos AVEs, más trenes regionales». Terminaba la concentración y alguien decidió entrar a los andenes, ante la proximidad de la llegada de un tren. Y vecinos de Aliste saltaron a la vía con la intención de pararlo. Tras la intervención de policías locales y nacionales y tras algunos momentos de tensión se evitaron males mayores llegando a un pacto tácito.

Llegó el Alvia desde Galicia poco después de las siete y media de la tarde. Entró en la estación a cámara lenta, los manifestantes se pusieron delante durante cinco minutos, luego el tren avanzó un poco hasta meterse en el andén, recogió y dejó los viajeros y siguió su camino. Policías y manifestantes, muchos de edades más que maduras, se ayudaron mutuamente a salvar el desnivel entre vías y andén, y todos para casa. Todo hace pensar, sin embargo, que no quedará aquí. Zamora sabe mucho de luchas contra el cierre de trenes, en las que en otros tiempos se dieron buenas batallas, aunque al final se perdiesen las guerras.