Las mascaradas de Los Carochos y el Zangarrón serán mañana las encargadas de dar la bienvenida al Año Nuevo en Riofrío de Aliste y en Montamarta. Ambas festejos mantienen los rituales ancestrales con los que se han celebrado desde hace siglos durante el primer día del año.

En el caso de Los Carochos, la fiesta comenzará tras la santa misa, sobre las doce del mediodía, con la salida de del Diablo Grande y el Diablo Chiquito desde el lugar de costumbre, una vivienda situada en la calle principal de la localidad, frente a la antigua Casa Cuartel de la Guardia Civil. Ambos personajes vestirán su peculiar indumentaria y desprenderán una humareda con fuerte olor a azufre quemado, junto a los otros nueve personajes que participan en esta celebración.

Este año, los encargados de desempeñar cada papel serán José Manuel Vara Matellán, como Diablo Grande; Jorge Blanco Sutil, como Diablo Pequeño; Alberto Casado Chimeno actuará como la Filandorra; el Molacillo será David Casas Brizuela; el Galán, Aitor Cabezas Fernández; y la Madama, Álvaro Caballero. La comitiva se dirigirá a las casas del alcalde, para pedir los permisos, y del cura para bautizar el niño. Momentos después llegará la primera pelea. Esta fiesta es la única de la zona oeste provincial y fronteriza con Portugal declarada por la Consejería de Turismo de la Junta como Fiesta de Interés Turístico Regional.

La Asociación Cultural «Amanecer de Aliste» ha editado una revista sobre la mascarada de Los Carochos, de Riofrío, con la finalidad de apoyar y reivindicar esta fiesta de invierno que desde 2002 está declarada Fiesta de Interés Turístico de Castilla y León.

Por su lado, los vecinos de Montamarta disfrutarán de la celebración del Zangarrón durante la primera mañana del año. Siguiendo con el ritual tradicional, uno de los quintos del pueblo encarnará a este personaje, al que se comienza a vestir sobre las cinco de la madrugada. Una vez terminado el montaje de su peculiar indumentaria, que se prolonga durante cerca de dos horas, el Zangarrón comenzará su recorrido por las calles de la localidad en persecución de los jóvenes del pueblo y cumpliendo con la petición del aguinaldo. La fiesta concluye en la iglesia de la localidad, donde el protagonista se desplaza acompañado de todo el pueblo para celebrar la tradicional misa. Al acceder al templo, el Zangarrón realiza tres reverencias, se acerca hasta el altar donde pincha con el tridente dos hogazas de pan, se las lleva y vuelve a saludar con tres reverencias al marcharse.

A pesar de la antigüedad de este rito, asociado a la cultura celta, esta mascarada de invierno todavía no ha recibido la declaración como Fiesta de Interés Turístico Regional, una reivindicación por la que lucha la asociación cultural «Zangarrón» de Montamarta.