En ocasiones, los viejos oficios conquistan a la gran ciudad. Los tejedores que durante generaciones cimentaron un trabajo minucioso, laborioso, paciente y en soledad que tanto ayudó a la economía doméstica, llaman la atención de los viandantes entre el bullicio de la urbe, en el medio del asfalto. Por unos días el oficio textil más ancestral ha tomado vida en un escenario insólito: la calle Serrano de Madrid en el barrio de Salamanca, el corazón del comercio más exclusivo. Allí se hizo hueco un telar de bajo lizo y las ruecas de pedal y de mano llegados desde Sayago.

Curiosos y sorprendidos peatones se encontraban de repente con una imagen insospechada: un corral de ovejas y unos artesanos trabajando como antes, exclusivamente con las manos, emulando a aquellos maestros tejedores que tanto contribuyeron a mitigar el frío invierno. Y todo con motivo de «La semana de la lana» que se ha celebrado en la capital de España, una iniciativa que pretende fomentar la utilización de esta fibra como una alternativa natural y sostenible. Junto a las grandes figuras elaboradas con lana surgen los tejedores sayagueses como parte de una actividad bautizada «los estados de la lana». Primero el corral de ovejas, después el esquilado, más adelante la separación y clasificación de la fibra, para continuar el hilado con las ruecas y el tejido en el telar.

Ana Sarasa, manejando la rueca de pedal transportada desde Mámoles, y Antonio Iglesias a las manos de un más moderno telar procedente de Moralina mostraron a quien así lo quiso el arte del hilado y el tejido a la antigua usanza, de una forma totalmente manual. «A la gente les resultaba muy llamativo vernos trabajar. Cuando acudían al trabajo miraban un momento y se marchaban, pero a partir del viernes y durante el fin de semana muchos han vuelto, incluso con sus hijos, y nos han visto trabajar más detenidamente» comenta Antonio Iglesias. «Había personas mayores que en su vida no han visto una oveja» incide este tejedor. Y no menos llamativo les resultaba el manejo de la rueca. Casi como una vuelta al pasado.

Allí, entre las firmas de alta costura más exclusivas, junto a marcas casi inalcanzables para el común de los mortales, unos artesanos mostrando el origen de las prendas de lana que adornan los escaparates. Se dio incluso el caso de una diseñadora de alta costura interesada por el trabajo con el telar. Preguntó cuánto se tardaba en hacer un metro de tela, «un día», le contestó Antonio Iglesias. «Entonces cincuenta metros, cincuenta días». La diseñadora tomó nota.

Durante cuatro días los tejedores sayagueses han trabajado de forma incansable para transportar a la gran ciudad un oficio puramente rural, para muchos desconocido y muy arraigado en pueblos de Sayago que se niegan a perder este legado. En ese contexto se ha constituido la Asociación de Tejedores «Entretejidos» que pretende dar continuidad a todo el trabajo realizado a través del proyecto Territorios Ibéricos y que ha hecho posible la recuperación del oficio textil y la enseñanza del oficio a nuevas generaciones. Fue precisamente la directora de este proyecto quien contactó con las tejedoras sayagueses para participar en «La semana de la lana» de Madrid.

Con sede en Moralina de Sayago, donde se han venido celebrando talleres para aprender a manejar los telares, la nueva asociación pretende «que no se pierda todo lo que hemos construido a lo largo de estos años» apunta Charo Galván, la presidenta de «Entretejidos». A través de Territorios Ibéricos -que se extinguió al no contar con presupuesto- ha surgido una nueva hornada de tejedores, radicados en Moralina, Villadepera, Villardiegua de la Ribera y Mámoles, que han tejido toda una variedad de piezas tanto de vestir como de decoración. Muchas de ellas se exponen de forma permanente en un local cedido por la propia Charo Galván en Moralina.

Además, los miembros de la asociación se reúnen una vez a la semana para «dar continuidad a lo que hemos aprendido» explica Mónica Castelo, secretaria de «Entretejidos». Se plantean organizar cursos e incorporar a otras personas que estén interesadas en este viejo oficio. «El objetivo es que no se pierda» insiste Charo Galván. Y la mejor manera es predicar con el ejemplo. Ella misma, maestra, ha organizado un taller con los niños de la escuela en Moralina para enseñarles el manejo de los telares. Desde bien pequeñitos los más pequeños aprenden a hilar y tejer como lo hicieran sus abuelos, bisabuelos, tatarabuelos... «Vienen niños hasta de Villadepera y Muga» cuenta Charo Galván.

Entre el grupo de nuevos tejedores se han propuesto mantener una labor artesana que resiste el poder de las máquinas. Y todavía llama la atención del mundo. Así lo ha demostrado la experiencia en el corazón del Madrid más selecto.