La población de Formariz sopesa estos días si seguir adelante con sus aportaciones vecinales para conseguir retirar de la vista y de todas las miradas la mala imagen que proyecta la torre de la iglesia de Santa Colomba, construida con ladrillo, cuando el resto del templo es de pura piedra, al igual que la mayor parte del urbanismo de la localidad.

No es una torre que sobresalga demasiado por ser de pequeñas dimensiones, ni que llame un mínimo la atención por su estructura al ser de una hechura simple y ordinaria. No obstante, el impacto de la espadaña resulta chocante porque es de ladrillo, y este material contrasta con el resto del edificio eclesiástico y con el conjunto del pueblo, de ahí que se pretenda reconstruir la torre, o su revestimiento, con piedra de granito.

El resolver el desaguisado arquitectónico es uno de los empeños que los habitantes, encabezados por el concejal y alcalde pedáneo, Teófilo Moralejo, tiene en mente desde hace meses.

La población ya ha colaborado económicamente aportando cien euros, y algunos más aún, pero, según precisa el propio Moralejo, posiblemente se solicite una nueva aportación a los vecinos que mantienen casa abierta o ejercen una actividad. Pone de manifiesto la incoherencia que supone mantener semejante torre de ladrillo en un pueblo que se esmera por conservar el tipismo sayagués y que, además, cuenta con la piedra como uno de los recursos naturales más abundantes y puesto a la mano del hombre. Existe, por otro lado, ciertas reticencias vecinales a una nueva colaboración económica porque el dinero entregado a la causa no servirá para cubrir el gasto.

El hecho de que Formariz fuera una dehesa arrendada por los colonos residentes en la misma hasta hace un siglo, en 1912, cuando decidieron comprarla y partir como pueblo dueño y señor del territorio que trabajaban y aprovechaban con sus ganados y con sus labores agrícolas, es la razón de que la iglesia parroquial partiera de una pequeña ermita.

El edificio se ha ido ampliando con sucesivos añadidos, sin llegar nunca al porte de los templos que lucen otros pueblos del entorno, como por ejemplo Fornillos de Fermoselle. Sin embargo, la población siempre tiró hacia adelante con la iglesia parroquial y en el año 1962 procedió a dotar al templo de una espadaña, con campanario. Dejaron atrás entonces una minúscula torre que, sin embargo, ya estaba coronada por un gran nido de cigüeñas.

La inauguración de la modernización fue celebrada por el pueblo con todas las euforias y hasta los habitantes posaron ante el edificio para inmortalizar la efemérides, con garrafón de vino incluido y, por su puesto, animación de tambores.

El correr de los tiempos ha llevado a nuevas armonías y a considerar la torre de ladrillo «un pegote inaceptable». Al igual que su antecesora atalaya, también atrajo la atención de las cigüeñas, que volvieron a elegir la torre como lugar de nidificación. Este año, con miras ya a la restauración, el nido fue retirado, pero teniendo en consideración algunos vecinos a la pareja de aves, que fue acomodada en un nuevo asentamiento montado en las proximidades.

Fuentes municipales señalan que el Obispado también colabora en la mejora del edificio eclesiástico con los gastos del arquitecto. Hacen mención a que el presupuesto de la intervención asciende a unos 141.000 euros. Los promotores de la iniciativa también tienen previsto recurrir a las diferentes instituciones o a otras instancias para tratar de conseguir ayudas que les permitan sacar adelante la tan deseada renovación. Ana Gejo considera casi un despropósito que «haya dinero para poner cemento por muchos lugares, y para realizar otro tipo de construcciones, y que no lo haya para entonar una torre cuando lo que sobra en este pueblo es piedra». También afirma que «el Ayuntamiento de Villar del Buey se puede estirar un poquito» y colaborar en esta restauración de la torre de la iglesia de Santa Colomba, cuya festividad es el último día del año, de modo que, según el dicho, «el que a Santa Colomba va y en casa no duerme, en un año va y en otro vuelve».