El Mirador del Castillo de Fermoselle ha abierto de nuevo sus puertas al público después de una decena de años cerrado al público. Lo hace por iniciativa de Francisco Robles, que concede así a los turistas y visitantes la oportunidad de contemplar unas estampas paisajísticas, fluviales y urbanas de admiración. Ha elegido, además, el sistema de «autoticket», de forma que los visitantes recogen su entrada y abonan sin mediador ninguno.

El balcón más panorámico de la villa fermosellana recobra así su posición de privilegio para poner a la mirada de las personas la asombrosa orografía de cañones fluviales, bancales, huertos y regatos que configuran el campo del Parque Natural Arribes del Duero; más también una estupenda visión del casco urbano de la villa, distinguida por el apiñamiento escalonado de las viviendas sobre un montículo que esconde en sus entrañas un mundo de bodegas, y que acoge otros miradores como el Torrejón.

La torre de la iglesia Nuestra Señora de la Asunción y lo que fuera el Convento de San Francisco, hoy día reconvertido en Casa del Parque, son vistos a placer y con placer desde el sobresaliente estrado.

Francisco Robles, que ha llevado a cabo una laboriosa tarea de limpieza de los ajardinados, ha procurado aplicar «el espíritu biológico» al nuevo puesto de contemplación, y pretende que los espacios verdes solo acojan especies vegetales propias del Espacio Protegido. Destaca Robles, además, la importancia ornitológica de este lugar por cuanto que en sus árboles revolotean y trinan pájaros de muy diferentes especies. Es de resaltar que Arribes del Duero es un muestrario extraordinario de plantas y aves. Entre las aves que se ponen a la vista, menciona Robles Vencejos, aviones comunes, verdecillos, el roquero solitario, jilgueros, verderones y las grandes y emblemáticas aladas del Parque como el buitre leonado, el águila real, el águila perdicera y la cigüeña negra pueden divisarse si uno tiene paciencia o está en el momento oportuno.

La fortaleza construida sobre un peñascal de vértigo por reyes, allá por el siglo XII para defensa de los ataques enemigos, fue igualmente destruida por un rey, Carlos I, al combatir la insurrección del obispo comunero Antonio Acuña, en el año 1523. Entonces bastó abrir un boquete para entrar a las fuerzas imperiales y apoderarse del fuerte. Luego vino el expolio de piedras por todo cristiano, que se prolongó hasta el pasado siglo.

Desnuda de torreón y de piedras, queda empero la espectacular atalaya para observar y disfrutar vistas de gozo. Cara al río Duero, aparece el arribe a vista de pájaro, el frente portugués de Bemposta y, en toda su extensión, las parcelas fermosellanas pobladas de olivos, vides o malezas. También los huertos plantados de legumbres y hortalizas. Al fondo, el curso del río Duero convertido en un embalse. Desde las alturas de este sobresaliente mirador pueden divisarse el planear de los buitres elevándose sobre el cañón del Duero o su descenso en las horas de regreso a sus refugios. También el alimoche e incluso el águila real si el visitante está en el momento oportuno.

Las puertas de este mirador están abiertas al turista que encuentra además la entrada a su disposición, al precio de dos euros. María Jesús, una madrileña que destaca la belleza del paisaje expresa, como otros visitantes, su dudas sobre la honestidad de los visitantes a la hora de cumplir por sí mismos, sin nadie que les requiera el pago. «Estamos en España y Portugal», expresa. Este autoservicio es una fórmula estilada en otros países, donde incluso ponen a mano de los interesados una caja con dinero suelto por si es necesario hacer cambio de billetes. Robles confía en la corrección de las personas para disfrutar del mirador instalado en un fuerte hoy día desmantelado de torreón y bloques de granito, pero que goza de la altitud impresionante. Hasta ahora funciona bien. Algunos pueden eludir el autoservicio y no abonar su disfrute. El Mirador del Castillo permanece abierto «de sol a sol». No pasa desapercibido que el lugar sobre el que se asienta es conocido como «las Cachas del Culo» por la forma que dibujan las moles de granito que encaran al arribanzo. Asi como este púlpito natural pone ante los ojos grandes riquezas paisajísticas, la misma atalaya aparece en toda su magnitud desde el mismo curso del Duero o Portugal.