José Rafael Martínez Baeza pertenece a esa casta de hombres que aún mantiene como oficio la trashumancia. Un trabajo que le lleva a estar cuatro meses al año aislado con el ganado entre las montañas de León y Asturias, viviendo en un pequeño habitáculo de apenas veinte metros.

Y en estos tiempos ¿porque hacer semejante proeza?, «por que aquí en la Tierra de Campos no hay nada que comer y menos este año con la sequía» responde. El pastor y un coche de apoyo inician la odisea en junio y finalizan en octubre «entre medias subo 1.800 ovejas merinas a pie y tardo seis días en llegar a mi destino». En ese tiempo se duerme donde se puede, no hay lugar fijo «llegas tiras el colchón, si hace buen tiempo y no hay que tocar carreteras se aprovecha y se anda más de noche, por el calor y si hace malo aprovechamos el día y la noche a descansar».

Martínez Baeza mantiene el oficio un poco por «romanticismo y otro poco por tradición», ya que «mi abuelo era trashumante en Alicante, donde yo nací y subíamos a los puertos de Javalambre y Valdelinares en Teruel», luego conoció a su mujer, oriunda de Villanueva del Campo y «aquí siete años y en verano aquí no hay comida nada de nada».

Denuncia la falta de respeto de las cañadas, las cuales desde la localidad de Villanueva del Campo hasta pasado el término municipal de Santa Cristina de la Polvorosa, cerca del páramo leonés «están eliminadas, valladas, sembradas, han puesto quitamiedos en las carreteras y el ganado no puede pasar. Ante estas circunstancias no te que da más remedio que coger un camión, por que a veces los rodeos son también imposibles y de muchos kilómetros». Martínez Baeza quiere hacer hincapié en la importancia de las cañadas ya que «yo tengo que ir por donde me marcan las cañadas, ya que no me puedo salir de ellas, por que si lo hago y me meto en una finca particular o en otro lugar me pueden denunciar».

También se queja del alto coste del papeleo de la Junta de Castilla y León para poder en marcha una nave ganadera en el término municipal de Villanueva del Campo. «Hay un gran problema con la burocracia que va muy lenta y cada vez que solicito un permiso son 1.000 euros. A este paso me cuesta más el papeleo que la nave y todavía no he podido construirla». Cuando el ganado regrese de tierras leonesas «tendré que pagar un alquiler allí arriba, pudiéndolas dejar aquí que tengo tierras y también podría tenerlas ya en la nave». Martínez Baeza asegura que «desde que baje de Asturias en septiembre llevo haciendo papeles. Es decir, seis meses y aun no he puesto un ladrillo. Es una nave para dos meses ya que la hecho para que paran y después otra vez para arriba».

En el largo camino va acompañado por unos compañeros infatigables y fieles sus doce mastines y tres peros de ovejas vascos, entre ellos la favorita es Rubí, un animal de tres años que «solo le falta hablar» y que forma parte del documental «La ley de la montaña», dirigido por el director de cine Tom Fernández.

A parte del problema con las cañadas a lo largo del camino también tiene que vérselas con los lobos, estos «intentan acercarse a las ovejas, pero ante la fuerza del mastín se lo piensan» y en cuanto a los osos «los hemos visto pero no se acercan al ganado. Eso son fantasías de la gente». A lo largo de los cuatro meses de trashumancia no se llegan a perder más de 12 ovejas y aunque parezca mentira «algunas desaparecen cuando pasas por pueblos con calles estrechas, que abren la puerta y para adentro. A pesar de que vamos uno delante y otros detrás siempre falta alguna».

Actualmente mantiene las ovejas en Astorga, en los pastos de invierno, y a pesar de la pertinaz sequía que afecta a la comarca no tiene intención de adelantar la salida hasta el mes de junio. «No puedo hacerlo porque todavía hay nieve en los puertos. Hay que tener en cuenta que a los lugares donde yo voy están a 2.700 metros de altitud». Además la partida de este año depende del día en que «me den la entrada a los montes de asturianos. Cuando nos llaman partimos».

Es en esos lares donde pasa cuatro meses «solo» viviendo en un pequeño refugio sin luz y sin agua con tan solo la compañía de las ovejas y los perros y «de algún forestal que viene de vez cuando y de mi jefe que me sube comida a base de fiambre cada quince días». El paso de los días es siempre igual «demasiado relajado» sin cobertura de móvil, ni emisoras de radio «a veces, hablas hasta con los perros, aunque parezca tonto». Lo peor «los días de niebla, porque puedes estar siete días sin ver el sol y eso es muy duro».

Reconoce que la trashumancia «es perra como ella sola. Ahí hay que estar. Es mucho sacrificio, para poco beneficio» asegura. Sin embargo, de momento la región asturiana no deja de ser un buen destino, ya que «nos dan ayudas por limpiar los montes, no como aquí que a parte de no darte nada te están llenado la provincia de lobos para que los ganaderos tengamos que emigrar. En Asturias defienden a los pastores no a los lobos. Allí también los hay pero los tienen más controlados».

A pesar de todo los inconvenientes y obstáculos José Martínez Baeza reconoce que «nunca he pensado en dejarlo. Estaré hasta que pueda».