El encuentro entre distintas ramas de la estirpe de Eduardo Barrón González, nietos, bisnietos y tataranietos, que no se conocían entre sí, fue uno de los frutos inesperados del homenaje tributado ayer a Eduardo Barrón en su Moraleja del Vino natal. Un homenaje que tuvo de todo: emociones, erudición, reconocimiento popular y divulgación de la obra de un artista universal, nacido un 2 de abril de 1858 y que casó con María Casanova en 1898, con la que tuvo dos hijos, María Concepción y Eduardo. «Antiguamente se ponía al primogénito el mismo nombre que al padre». Y era precisamente a su hijo, Eduardo Barrón Casanova, al que se atribuía ayer el verdadero mérito por la labor de investigación realizada en su afán por conocer a fondo la obra y vida de su padre, del que escribió un libro, «El escultor olvidado», editado por él mismo y donde sin grandes pretensiones literarias describe paso a paso el periplo vital del artista zamorano que fallecía a los 53 años víctima de un derrame cerebral cuando se desplazaba desde la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid al Museo del Prado el 23 de noviembre de 1911.

Fue también su primogénito quien realizaría las primeras donaciones de obras del escultor al Museo de Zamora. Hoy día, esta tarea de divulgación ha seguido adelante gracias a la implicación y el afán de los familiares, principalmente nietos y sobrino.

Así, su nieto Evaristo Muñoz Barrón abría a la conferencia inaugural desgranado anécdotas «Cinco reales por día era lo que podía gastar el abuelo con la subvención concedida en aquel entonces por la Diputación Provincial para su formación», y datos cronológicos que centraban las distintas etapas creativas del itinerario artístico de Eduardo Barrón González.

El soporte audiovisual mostraba al numeroso público que abarrotaba el salón de actos del Ayuntamiento de Moraleja, fotografías de las obras más conocidas así como de las menos populares, como el «Adán después del pecado», «Roncesvalles» que «destruyó un cacique que la tenía en propiedad», el «Hernán Cortés» de Medellín (Badajoz) o la escultura del navegante Cristóbal Colón en Salamanca, apuntando hacia el Nuevo Mundo («¿A dónde va Colón?, a la calle Pan y Carbón»), además de otras bien apreciadas para los zamoranos como la escultura de Viriato, asentada sobre piedra de Torregamones e inaugurada por Alfonso XIII o el grupo escultórico de «Nerón y Séneca», cuyo original de escayola se puede ver ahora cedido en el Museo de Zamora, institución que tiene también una de las cuatro réplicas. Una de ellas está en la Fundición Codina Hermanos,« con una bella pátina debido a que el abuelo Codina metió el grupo en un barril lleno de escoria para que no la requisaran en la Guerra Civil para fabricar balas». Olvidada durante treinta años, la pieza se recuperó finalmente.

El talento innato, la habilidad y la suerte de relacionarse con personas de cierto relieve social se aliaron en favor de insigne moralejano y la causa por la cual el escultor tuvo uno de los principales encargos del Papa León XIII , para el santuario de Loreto, basílica española ubicada en Italia, según apuntaba, Alejandro Belaústegui, sobrino del hijo del escultor. Barrón realizó un San José con el Niño, « Con influencia de Donatello pero con una serenidad excepcional». Uno de los mayores descubrimientos para el sobrino de Barrón Casanova «se produjo en 2003, con el Ángel, que fue precisamente su última obra y está en lo que fue el Hospital Militar Gómez Ulla, que en unas semanas abrirá como Museo».

Pero si por algo destacó ayer el homenaje fue por la satisfacción y la emoción que mostró la saga familiar con la corporación de Moraleja del Vino a quien supo agradecerle el nombramiento como hijo predilecto de la villa. Precisamente la familia entregó al alcalde, Guillermo Freire, dos de los libros buque insignia de la vida y obra del escultor. Uno de ellos el ya citado «Barrón y el escultor olvidado» que muy pocas personas tienen y, en breve, la donación del Catálogo de esculturas del Museo del Prado, obra que el artista sacó adelante siendo ya restaurador de esta entidad «y que ahora será editado en facsímil». Son dos tomos que los vecinos de Moraleja podrán consultar en la Biblioteca Municipal. Y sobre todo los escolares, para quien ayer tuvo una mención especial el arquitecto Ángel Casaseca, poniendo en valor el ejemplo de Barrón para futuras generaciones.

El acto más académico, con las conferencias de Barrón, Beláustegui y Casaseca, dio paso al descubrimiento de una placa, en la entrada del salón de actos, en recuerdo de la efemérides, el centenario de la muerte del escultor, con presencia de personalidades del mundo artístico e intelectual de Zamora como Antonio Pedrero, Ricardo Flecha, Tomás Crespo, Rosario García Rozas, directora del Museo Provincial, o Miguel Ángel Mateos, por citar algunos. También estaban las autoridades, como el delegado de la Junta, representantes políticos de la Diputación y la Subdelegación del Gobierno y numerosos ayuntamientos de la zona, incluido el de la capital.

El colofón del homenaje fue el descubrimiento, en la tapia de las escuelas, de un mural realizado en azulejo de 1,80 por un metro, realizado por el escultor local afincado en Badajoz, Ángel Vicente Pérez, que contiene una réplica de Viriato y una semblanza del artista con su retrato.