«Dejad la tristeza a un lado y cantad con alegría, que hoy es el día más grande de la Virgen Peregrina», recitaba el «pastor», Miguel Encinas, en la loya que, junto con el canto del ramo, constituyen los momentos más emotivos de la celebración central de las fiestas de San Martín de Castañeda. Una vez más, la iglesia del desaparecido convento cisterciense se quedó pequeña en la misa y en su antesala, cuando, ataviadas con los trajes tradicionales sanabreses Emilia Fernández Cuadrado, Nuria Martín Barrio, María Teresa Castaño Martín Barrio y Raquel López Vega traspasaron las puertas del templo con las ofrendas a la Virgen. Situada a la derecha del altar, la Señora de San Martín, con la mesa procesional engalanada con flores y un manto rojo bordado en oro, era el centro de todas las miradas, cientos de devotos que ven en su patrona a su principal benefactora y la protección a la que invocan ante cualquier enfermedad o peligro entre los suyos.

La loya recitada por Miguel Encinas es obra, este año, de una mujer, Manolita del Estal. Es la segunda que escribe e incluso ha sido una de las pocas mujeres que se han atrevido a recitarla, ya que es un papel tradicionalmente reservado para los varones. De ese especial sentimiento que transmite la devoción a la Virgen y todos los rincones de este pueblo del corazón de Sanabria, versaba este año la loya. Un ejercicio de autoafirmación del origen y de reivindicación de unas hondas raíces que superan barreras en la distancia y en el tiempo. No importa los años que se lleven fuera por culpa de la emigración. En septiembre se cumple con una cita ineludible y esa vinculación está presente en las segundas y hasta en las terceras generaciones de los que un día tuvieron que dejar San Martín de Castañeda.

Tras la misa, la procesión, recuperó una danza de paliteiros que se bailó por estas tierras medio siglo atrás y que ahora se ha perdido. La comisión de festejos presidida por Amando López ha dado el primer paso para recuperarla volviendo a mostrar la belleza de la danza ejecutada por el grupo de paliteiros de Tábara, que bailó ante la imagen de la Virgen.

Por la tarde, el concurso de jotas puso la nota de animación en un fin de semana intenso en emociones, recuerdos y espíritu festivo. Lo más destacado, el enorme grado de participación en particular de los más jóvenes, que la noche del sábado abarrotaron el patio de la iglesia con la verbena del grupo «La Línea». El duro trabajo desempeñado durante todo un año por la comisión de festejos ha dado sus frutos y ha puesto el listón muy alto para los siguientes encargados de organizar la fiesta. Ya solo quedan 360 días para volver a los pies de la Peregrina.