Sí. Todo comenzó en La Tuda, en la casa de Pedro y Celia, un matrimonio hispano-peruano sensibilizado con las necesidades de la zona de donde es originaria ella. Tal inquietud y la permanente labor de apoyo que la pareja, con un grupo de amigos, mantiene con Perú ha llevado a crear la asociación sin ánimo de lucro «Richary wayquicha», que en quechua significa «despierta amigo», con la finalidad principal de colaborar con los pueblos del país andino.

En realidad la labor del grupo de españoles y peruanos establecidos en Zamora comenzó hace más de una década. Concretamente en el año 1999, cuando el fenómeno «El Niño», que devastó casas, comunicaciones y cultivos del departamento de Cusco -en la llamada «ceja de la selva»-, llevó a Celia y Pedro a sumar apoyos para ayudar a los supervivientes de la catástrofe a través de modestas aportaciones.

Quizás sin pensarlo, ese gesto sentó los cimientos de una encomiable iniciativa que ha conseguido montar una biblioteca con 6.000 volúmenes donados por la ONG Libro Solidario. Como se cuenta desde la propia asociación: «primero hubo una voluntad nuestra, pero lo que determinó que la balanza se haya inclinado para que esta biblioteca funcione, han sido los niños, y sus ganas de leer».

Durante años los miembros de «Richary wayquicha» han impulsado pequeños proyectos relacionados con el desarrollo escolar que posibilitan el acceso de muchos niños a cuadernos, bolígrafos, gomas, lápices, diccionarios? Todo ello gracias a la recaudación de fondos en fiestas solidarias y a donaciones anónimas. «Todos los años mandábamos algo por Navidad y cuando surgía una necesidad, pero eran acciones puntuales; queríamos crear algo que permaneciera», explica Pedro Prieto.

El ambicioso proyecto cultural en Santa María la Nueva empujó definitivamente a constituir una asociación que, como la biblioteca, ya existía antes de nacer. Después de diversos viajes de algunos socios para asentar el proyecto, finalmente en el mes de mayo echó a andar el centro con un bibliotecario, Walter Quispe, y más de un centenar de carnés expedidos para el préstamo de libros.

Hasta el pueblo peruano viajaron David Cabezas y Ana Tuñón durante dos meses con el fin de organizar la biblioteca, instalada en un local municipal, originariamente destinado para auditorio, en la parte superior de un mercado. Todo un reto para estos jóvenes cooperantes que prácticamente tuvieron que empezar de cero. «Cuando llegamos, la biblioteca no funcionaba. Los libros llevaban allí unos meses pero estaban todavía en las cajas, la persona que se hizo cargo al principio del centro realmente no fue capaz de ponerlo en marcha», recuerda David.

Así que se pusieron manos a la obra. Hablaron con las autoridades, explicaron el proyecto en los medios de comunicación de la zona, incluso intervinieron en un Pleno de la municipalidad. «Veíamos interés, aunque luego no se correspondía con hechos».

Pero ellos no cejaban en su empeño. Acudieron a una instancia superior, el alcalde de Maranura, que para su suerte era maestro y desde luego que ayudó. «Conseguimos que arreglaran el techo, que se pusiera una cerradura en el local y ventiladores, porque al ser una zona selvática hace muchísimo calor, y que se hicieran cargo del sueldo del bibliotecario». Ana y David no perdían el tiempo. Mientras esperaban respuesta de las autoridades avanzaban acondicionando la biblioteca, colocando los libros y haciendo una campaña informativa en los colegios y entre las madres para difundir este nuevo servicio cultural. «Queríamos asegurarnos de que la población estaba a favor de la biblioteca», cuenta David.

Vaya que sí. Los pequeños estaban encantados. Toda una novedad para los precarios medios con los que reciben educación escolar. «Empezó a funcionar en el momento en que un niño, al que siguió otro y otro y otro...se empezó a interesar por los libros, a preguntar cómo conseguirlos, a pedírnoslo, a leerlo, a prestarlo».

Y faltaba algo muy importante, encontrar a la persona adecuada para hacerse cargo de la biblioteca. Después de una convocatoria, hasta con bando municipal, y de un proceso de selección, el elegido fue Walter; «le gusta leer, le gustan los niños y tiene muchas ideas para difundir y sacar lo máximo de la biblioteca», cuenta David.

Todo empezó a rodar. «Lo más importante y más satisfactorio no ha sido solo la implicación de determinadas autoridades peruanas, sino el fenomenal acogimiento por parte de la población, especialmente los niños, que han llegado a hacer cola día tras día para acercarse a leer».

Con ser importante, no es tal el único objetivo. En una zona con tantas dificultades económicas, la biblioteca se convierte en un lugar de encuentro social, de cuidado de los niños, de higiene -el día de la inauguración del centro se aprovechó para realizar una campaña de vacunación entre los niños-, de promoción del turismo... «Su universalidad y gratuidad confieren al proyecto un carácter solidario que no permite desigualdades».

Prueba de la importancia que se ha dado a la biblioteca en Santa María la Nueva fue la solemne inauguración, con presencia de autoridades y muchos vecinos. Y desde que nació, el proyecto no ha dejado de crecer. Se han firmado convenios de colaboración con los colegios de la zona que encuentran en el centro cultural un gran apoyo para la educación de los niños.

El objetivo está cumplido, pero el camino no ha hecho más que empezar. La asociación «Richary wayquicha» quiere sellar el cordón umbilical con aquel rincón de la selva peruana donde no faltan necesidades. La letra comenzó a escribirse desde La Tuda y la música ha empezado a sonar.