«Dicen que son hermanas la Virgen de la Hiniesta y la Virgen del Aviso. Así que bien nos gustaría que algún año llegara hasta Bamba la Virgen de la Concha y celebrar juntos la romería». Era el sentir de vecinos de Bamba que ayer festejaban con ganas y con devoción la jornada romera que se vivía en torno a la patrona de una buena parte de Tierra del Vino. La cita con la Virgen del Aviso era obligada, primero, para los vecinos de Villaralbo, Villalazán o Sanzoles que acudían desde primeras horas de la mañana a escuchar la misas que se sucedían por cada uno de estos pueblos hasta las doce, cuando tenía lugar la misa mayor en la iglesia de San Juan Bosco, en una edición especial sobre todo para los familiares y amigos de José Luis Domínguez González, misionero natural de Madridanos que pasa sus vacaciones en el pueblo. Fue este religioso, que lleva diez años en Ecuador, el encargado de la homilía en una ceremonia presidida por los sacerdotes Miguel Herrero, Manuel Bolaños y Bernardo Pérez, quienes oficiaban desde un altar repleto de flores blancas que adornaban a la talla mariana. Hasta el camarín de la Virgen accedieron muchos de los fieles presentes en la misa para cumplir el rito de besar el manto de terciopelo verde bordado en hilo de oro o la medalla después de concluir la misa con una salve cantada en honor de la patrona del Vino.

Fuera ya del recinto religioso la fiesta continuaba en la pradera muy cercana al pueblo de Bamba y en las bodegas de la localidad, en las que los anfitriones ofrecían las mejores viandas y refrescos a los amigos y allegados. El calor incensate y el cielo despejado resaltaban los colores y los ritos propios de las jornadas camperas y sobre la amplia y bien cuidada campa multitud de peñas y grupos familiares se agrupaban en torno a copiosos menús en los que no faltaba todo tipo de cazuelas ni, por supuesto, los santos y seña de la gastronomía patria, la tortilla de patata, los pimientos fritos y los embutidos. Una de las peñas más numerosas era la formada por la recién estrenada corporación de Villaralbo, que como es costumbre se reunía un año más en la pradera del Viso, donde al Ayuntamiento convidaba a vino y avellanas, además de dar cuenta de un sencillo pero suculento banquete que a buen seguro entonó a los corporativos, que pudieron fomentar la convivencia fuera de lo estrictamente político, algo muy saludable en un pueblo donde la sesión de investidura tuvo sus más y sus menos, aunque no por parte de ellos, sino de algún exaltado del público.

La masiva afluencia de gente se hacía notar más por la tarde, cuando ciudadanos de muchos pueblos de la zona acudían a la pradera por la que discurre el Arroyo Aribayos para bailar al ritmo de la orquesta que tocaba la verbena vespertina que ponía el broche de oro a la celebración de la Virgen del Aviso.