Amigos, compañeros, aficionados y matadores de toros, en activo y retirados, tributaron ayer en Ciudad Rodrigo un sentido homenaje de admiración y respeto a Conrado Abad Gullón, de 84 años, conocido como el último y eterno «maletilla». Dos cogidas sufridas hace dos años en las capeas de Ciudad Rodrigo, donde reside, y los Sanjuanes de Coria (Cáceres), certificaron en 2008 la definitiva retirada de quien a sus 82 años aún se atrevió a plantarle cara al toro.

La inconfundible estampa de Conrado, a secas, como popularmente se le conoce en todo el orbe taurino, ya no volverá a lucir en la arena, después de varias décadas recorriendo los pueblos y ferias más renombrados de Extremadura, Castilla y León y la zona fronteriza de Portugal.

La biografía de Conrado, zamorano de nacimiento, es la historia de un romántico del toreo, de un bohemio irredento a quien su desmedida vocación le llevó por caminos y veredas en busca de tentaderos con el hatillo o la maleta a cuestas, pernoctando en pajares o cobertizos al abrigo de una manta o un capote descolorido y con mil remiendos.

Abandonó su pueblo, Molezuelas de Carballeda, con 16 años, en contra de su familia, que no entendía que dejara todo para irse a Sevilla en busca de una oportunidad, «ya que mi vocación era la de ser torero», explica. En tierras andaluzas estuvo dos años, dormía en un vagón de la estación del tren, sacaba para comer ayudando a portar el equipaje de los pasajeros y, lo más frustrante, en todo ese tiempo no pudo participar en ningún tentadero, «no di ni un solo muletazo». Acudía a las ganaderías de Miura o a Casa de Camacho, «pero en la finca sólo entraban los invitados, el ganadero no estaba sensibilizado con el maletilla».

Se fue a la capital salmantina y en la Plaza Mayor un popular aficionado del lugar, Victoriano Posada, le aconsejó que se fuera a Robliza de Cojos (Salamanca).

«Cogí el tren y allí hice la noche, en un pajar que me prestó un señor del pueblo», y así empezó la verdadera vida de maletilla de Conrado Abad, que dio sus primeros muletazos en un tentadero que celebró el ganadero Alipio Pérez Tabernero.

Su primer amigo maletilla del Campo Charro fue Victoriano Barroso «Pechoduro», «que aún vive en Madrid y que, al igual que yo, tampoco llegó a tomar la alternativa», ha explicado Conrado Abad.

El alcalde de Molezuelas de la Carballeda, José Arango, explicó ayer a este diario que Conrado Abad, «es muy recordado en el pueblo, sobre todo por la gente mayor ya que él por aquí solo ha venido un par de veces». Conrado cuenta todavía con familiares en la localidad carballesa donde aún reside su hermana.

La estampa bohemia y romántica del buscavidas cuadró siempre a la perfección en la efigie patricia de Conrado, quien con su cabellera blanca y figura menuda, fibrosa, atizada por mil soles, fríos y cicatrices, ha resistido hasta ver extinguida en su persona la figura del «maletilla».