-Pese al empeño de muchas personas y colectivos que no corren buenos tiempos para la cultura verde.

-Buenos tiempos realmente nunca han sido. El modelo socioeconómico en el que vivimos tiende a devastar el planeta para producir riqueza para unos pocos y el medio ambiente muchas veces es un rehén de ese interés desbocado por el beneficio. La nueva ministra Rosa Aguilar parece que vende un mensaje ligeramente más verde y exigimos que eso se convierta en una realidad. Hay que cerrar nucleares, tirar hoteles ilegales en la costa o parar los transgénicos. Hablar no es suficiente, hay que actuar.

-Lo que hoy le trae a Zamora los transgénicos, ¿por qué son un peligro?

-No decimos exactamente no a los transgénicos sino no al cultivo de transgénicos. No estamos en contra de la investigación básica de laboratorio, pero las aplicaciones médicas son una cosa y otra utilizar el medio ambiente global como un experimento para esas manipulaciones genéticas que sólo benefician a unas pocas empresas. Son argumentos de índole social, ecológico y sanitario. En cada una de esas facetas se ha demostrado que los transgénicos destruyen el medio ambiente porque contaminan a otras especies; destruyen el tejido rural sostenible porque producen un modelo de dependencia de las multinacionales y de desertificación del campo en términos humanos. Es decir, pocos seres humanos con mucha máquina y mucho petróleo producen algo que se llama alimento que ni lo es para un consumidor ciego que no le importa lo que come. Eso no es el modelo que este planeta necesita, sino un modelo campesino basado en la soberanía de producción.

-¿Por qué se pliegan los gobiernos a esos intereses en vez de luchar por la pervivencia del campesino?

-Los gobiernos liberales, llámense populares o socialistas, están respaldando el interés general de los grandes capitales, y por lo tanto no les interesa que la renta esté realmente repartida ni que la producción esté en manos de un tejido rico de agricultores que piensan, que deciden, que son libres realmente. A estos gobiernos se les llena la boca de libertad, de liberalismo pero no hay libertad real porque en el fondo es un gran monopolio de cuatro corporaciones.

-Los papeles de Wikileaks han revelado muchas cosas.

-El asunto de Wikileaks ha dejado bien claro por qué el Gobierno ha apoyado los transgénicos. Resulta que quien durante años ha ostentado el puesto de secretario de Estado de Agricultura (Josep Puxeu) ha estado trabajando en contra de España y de la Unión Europea, a favor de los transgénicos incluso filtrando información que no debería ser enviada a otros países, con una falta de lealtad alucinante. Que un gobierno socialista, que se dice progresista, haya hecho eso para nosotros es una vergüenza.

-¿Qué resortes quedan para luchar contra el imperio de los grandes mercados y defender lo nuestro?

-Nos quedan muchos resortes, lo que pasa es que los ciudadanos tienen que cambiar su manera de ver la realidad. España se está desmovilizando. Hay que consumir ecológico, productos que garantizan ausencia de transgénicos y que además son producidos por personas que están luchando por un modelo que nos beneficia a todos; un modelo que no depende del petróleo. Hay que consumir local, asociarse, exigir, escribir a las multinacionales y decirles que Greenpeace tiene una lista roja de empresas que venden transgénicos y decirles "yo como consumidor que opongo a ello y le pido que cambie". Hay que asociarse para escribir a las administraciones diciendo que mi municipio sea libre de transgénicos, libre de nuclear. Y pedir que las administraciones en vez de apoyar a las multinacionales protejan al productor para que la relación de precios sea justa y no llegar a a la aberración de que el agricultor no puede vivir y el consumidor no puede pagar.