Pozuelo de Tábara ofreció el pasado fin de semana un sentido y merecido homenaje a su sacerdote Diego Miñambres Temprano, uno de los curas del la Diócesis de Astorga que más tiempo lleva desarrollando su labora pastoral, social y humanitaria en una mismas parroquia de manera ininterrumpida. Don Diego, como le llaman sus feligreses y amigos, nació en Villarrín de Campos y fue ordenado sacerdote el día 24 de junio de 1955. Cuatro días después oficiaba su primera misa coincidiendo con la festividad de San Pedro Apóstol. Su primer destino fue Oencia, en León, desde donde luego sería trasladado a tierras zamoranas para hacerse cargo de las parroquias de Bercianos de Valverde, Villanueva de las Peras y Santa María. El Obispo de la Diócesis de Astorga ordenaba su traslado a tierras tabaresas ocho años después, llegando en 1963 para hacerse cargo de las parroquias de Santa Eulalia, «San Martín» de Faramontanos y «San Juan» de Pozuelo. Poco podían imaginarse, ni él ni sus feligreses, que sus vidas iban a estar unidas durante tanto tiempo: 47 años. Don Diego es una persona tranquila y serena, de bien, de esas que preguntan por la salud y esperan a recibir la respuesta; abierta, a la vez que sencilla y trabajadora, lo cual ha calado muy hondo entre su feligresía: niños, jóvenes y mayores.

El párroco agradecio el homenaje y pidió perdón a los vecinos por si alguna vez les falló. «Que nos va a fallar, ha sido un gran cura y una bellísima persona a la que estaremos siempre eternamente agradecidos. Cincuenta y cinco años de sacerdote y 47 en un mismo lugar le convierten en uno de los curas más queridos y admirados de la Diócesis de Astorga, no solo entre sus feligreses, sino también entre sus compañeros de oficio. Una placa en la nueva ermita reconoce el cariño, sincero, que le profesan todos los vecinos de Pozuelo.