La fiesta del Zangarrón tiene muchas aristas e interpretaciones. Todas válidas. Se desarrolla en tres actos claves: las vísperas, que se celebraron en la noche del día de Navidad; la carrera de la mañana, que se escenificó ayer entre las ocho y media y las nueve; y la procesión y el baile del Niño en la Plaza Mayor, al mediodía. Tiene otros escenarios menores: los ensayos durante los días previos a la Navidad (antes se iniciaban el día de la Purísima), las «guardias» de los quintos durante la noche del día 25 y la madrugada del 26, y la comida del «mutis», donde durante un tiempo se prohíbe hablar a los comensales que pagan una multa en dinero cuando incumplen esta norma no escrita.

La parafernalia de esta mascarada está llena de simbología. Tres son los cencerros que cuelgan sobre la espalda del Zangarrón, tres son las vueltas que da alrededor de la iglesia cuando concluyen los actos. El personaje central de la fiesta exhibe atributos de macho y se comporta con cierta violencia, golpeando a todos aquellos que molesten a los danzantes, a la vez que recoge dinero para su sustento.

Hay también varias interpretaciones de la manifestación. Francisco Rodríguez Pascual mantiene en sus escritos que las mascaradas tienen su origen en las fiestas romanas en honor a Jano. También se habla de las saturnales, las ceremonias dionisiacas. Otros estudiosos van aún más lejos y se remontan a la prehistoria, el Zangarrón como chamán, como brujo de la tribu que cuida a los jóvenes en una ceremonia de iniciación.

Está, además, la interpretación religiosa que habla del vecino que se viste con andrajos para proteger al santo, san Esteban, patrono de los mozos, a punto de ser apedreado después de no conseguir parar la peste que dejó el pueblo lleno de cadáveres. Está interpretación es la más extendida, pero también la menos creíble porque parece claro que todas las mascaradas tienen un mismo origen y no puede ser que en todos los pueblos se diera la circunstancia de la procesión con san Esteban y la peste.

Las mascaradas de invierno están llenas de elementos aportados durante distintas épocas. En el Zangarrón todavía sigue siendo muy visible la parafernalia militar. Se manifiesta de forma clara en las guardias que hacen los quintos, que usan «leguis» en sus piernas, para proteger las barajas de cencerros. También la comida del «mutis», donde el tamborilero dirige la «función» con mano férrea, se desarrolla bajo el mandato de «ordeno y mando».

Hay otra significación de la fiesta del Zangarrón que «notan» todos los años los vecinos de Sanzoles. Es el componente de hermandad que conlleva, es un día de familia, de estar unidos, de mostrarse orgullosos por una celebración singular que diferencia a este pueblo de los demás. Y eso se manifiesta cada año el día de san Esteban.