La localización del proyectil de Fresno de la Ribera en seguida ha llevado a la memoria el más trágico suceso que ha vivido el pueblo en la historia reciente. Fue la tarde del 2 de octubre de 1955. Un soleado domingo que coincidía con la festividad de la Virgen del Rosario nueve chavales, entre los 8 y los 14 años, buscaban la forma de divertirse. Habían estado por el río, pero alguien sugirió la idea de irse hasta la loma en busca de metralla de las maniobras que realizaban los cadetes de Monte la Reina.

Curioseando entre la maleza dieron con una bomba de mortero que, lejos de asustarles, se pudieron a manipular con suma curiosidad: «la armamos y la desarmamos varias veces», recuerda Domingo Laperal, uno de los chicos involucrados en el accidente. ¿No temían que explotara?. «No, porque además el verano pasado yo había visto desarmar una bomba de mortero. En aquella época era muy habitual». Pese a sus tempranos 11 años, Domingo recuerda hoy perfectamente aquella tarde trágica. Él estaba detrás de uno de los chicos a los que estalló de lleno el artefacto, así que el impacto fue menor. Un dedo roto y varias heridas de metralla fueron sus secuelas. Otros tres -Jacinto, Wenceslao y Agustín- perdieron la vida en el acto. La información recogida por la prensa de la época habla de otros dos heridos graves y uno leve por la manipulación de una granada de mano utilizada por los alumnos del Campamento de la Milicia Universitaria en sus prácticas de tiro en las inmediaciones de Monte la Reina.

«Cuando íbamos para allá nos encontramos con unos militares que iban de caza y nos daban diez duros por hacer de ojeadores, pero dijimos a ver si nos vais a pegar un tiro. Y luego mira lo que nos pasó», rememora Domingo Laperal al pie de la cruz situada en el lugar del accidente, colocada por la Hermandad de Labradores y los padres de las víctimas de la explosión para perpetuar la memoria del suceso. Domingo guarda un permanente recuerdo que se aviva cada 2 de octubre. Y como él todos los que sobrevivieron a la tragedia ocurrida en el Teso de la Geroma. Pudieron ocurrir más casos porque en Fresno los mayores aún recuerdan los continuos sobresaltos que ocasionaban las maniobras militares. «Cuando estaban en el campo haciendo las labores, más de una vez tenían que salir corriendo».