John Williams, eminencia mundial en el estudio de los códices medievales, pisó ayer «el sitio más importante en la historia de los Beatos en el siglo X». Tábara, en cuyo Monasterio de San Salvador el monje Magius y su discípulo Emeterius alumbraron tres de los Beatos más importantes del mundo, recibió la visita de su más ilustre estudioso y valedor de la relevancia de la villa en la Historia del Medievo.

En el Scriptorium de Tábara trabajó el ilustre maestro miniaturista Magius, quien «amplió radicalmente el contenido ilustrado del Beato»; se puede decir que «lo reinventó». A esa tesis responde el título de la conferencia magistral - «Tábara y la revolución pictórica del Beato»-que el investigador americano pronunció ayer en el Edificio del Reloj de Tábara, cuyo salón de actos estaba literalmente abarrotado de expertos, estudiosos y curiosos que no se quisieron perder la oportunidad única de escuchar a la «máxima autoridad mundial», en palabras del alcalde tabarés, José Ramos, en el estudio de los Beatos.

Era la cuarta visita de John Williams a Tábara (las otras tres de incógnito) pero, confesó, no le deja de emocionar encontrarse ante la torre de la Iglesia de Santa María, «sitio clave en la historia de la religión», donde el pintor calígrafo comenzó en el año 968 el códice encargado para el Monasterio de San Miguel de Escalada. Porque el investigador norteamericano no alberga ninguna duda de que tal manuscrito salió del Scriptorium de Tábara, seguro de que «no hay evidencia alguna que demuestre que Escalada tenía Scriptorium, puesto que en ningún manuscrito puede asignarse a este monasterio». Con tal aseveración, el profesor corta de raíz la polémica sobre el lugar donde se elaboró el Beato (alimentada por quienes defienden su creación en San Miguel de Escalada), iniciado por el reputado miniaturista y completado en el año 970 por su discípulo Emeterius.

Por si existiera alguna duda, Williams reveló en la conferencia cómo el colofón termina con una referencia al scriptorium donde se creó: «Torre de Tábara, alta y de piedra, el primer sitio donde Emeterius llegó y se inclinó durante tres meses y con todas sus potencias manejó la pluma. Se terminó el códice el día sexto de las calendas de agosto de la era 1008 (27 de julio de 970) en la hora nona».

Como sostienen el erudito, en la historia de los manuscritos «semejante tributo al lugar de trabajo del escribano resulta singular, pero todavía más extraordinario es el retrato de la torre de piedra que figura al final», el más antiguo de un scriptorium medieval. En el mismo, Emeterius aparece sentado a la derecha de su colega, Senior, mientras un novicio o criado corta hojas de pergamino en una dependencia contigua.

Toda la disertación del catedrático de la Universidad de Pittsburg giró en torno a la importancia creadora del Scriptorium de Tábara, donde también se produjo una copia del Beato de 970 «todavía más sinuosamente iluminada» que descansa hoy, prácticamente intacta, en la Catedral de Girona. Los «servicios a la tradición» del Beato de Tábara se extienden al año 1175, con una copia del mismo realizada en Burgos. Y en 1220 aparece un nuevo manuscrito, que acabó en el convento cisterciense de Las Huelgas, cuyo modelo fue, nuevamente el de Tábara, «ya que termina con una réplica del retrato del tan extraordinariamente creativo Scriptorium de Tábara».

Una cerrada ovación correspondió al profesor Williams tan eminente con sencillo, cercano y accesible. Su presencia constituyó el «segundo asalto» (en palabras del investigador Fernando Regueras) tras la exposición «Scriptorium, Tábara Visigoda y Mozárabe» (visitada por casi 13.000 personas) para hacer justicia con Tábara por su singular importancia en la España alto-medieval.