La música no sabe de fronteras, ni tampoco de edades. Así lo refrenda la Asociación Cultural «Hijos de Cabezo y Belver», una apuesta intergeneracional entre alistanos y albarinos para la recuperación y el fomento del folclore. Está integrada por los descendientes de dos de las familias de gaiteros, tamborileros y dulzaineros de mayor prestigio en la comarca, y que son hijos Samir y Domez de Alba. Quieren predicar con el ejemplo y, por ello, al estudio y recuperación se une la composición de un grupo para mostrar la mejor música y las mejores tonadas en bodas, romerías, rondas, alboradas y fiestas patronales.

José Belver Fernández, de 68 años, de Samir de los Caños, toca el saxo y la dulzaina. Domingo Blanco Salvador, de 43 años y de Domez de Aliste, hijo del mítico «Cabezo», uno de los gaiteros más prestigiosos del siglo XX, toca la caja y el tambor. Su hijo Martín Blanco Salvador, de 18 años, alterna duzaina, saxo y bajo. El próximo día 24 de julio tendrán el bautismo de fuego en la Universitaria Salamanca, donde pondrán música a una boda en la misma catedral.

Losacio, Videmala, Lober, Cabañas, Sarracín, Bercianos, Palazuelo, Domez, Puercas, Samir, San Martín, Escober o Navianos son sólo una pequeña muestra de los pueblos donde se les reclama. La tradición pesa y son fieles a «La Octava del Corpus» en Manzanal, «San Blas» en Vegalatrave, «Fátima» en Muga y la alborada de Olmillos.

Domingo Blanco recuerda a su insigne padre: «En los años setenta era de los pocos gaiteros que quedaban en la provincia. En el verano no descansábamos. Para las fiestas de San Pedro, en Zamora, nos contrataban nueve días seguidos». Y no olvida su primera cita, tocando el bombo. Fue junto a su padre y su madre, con 13 años, hace ya 30, a un mitin del Prepal, contratados por Iglesias Carreño. Recuerda sus actuaciones en «Los Viriatos» de Fariza y la romería de la «Virgen de los Montes Negros», junto al Puente Quintos.

Martín Blanco es el benjamín y único de los tres que ha tenido la oportunidad de estudiar música, formándose en la Escuela de Folclore del Consorcio de Fomento Musical y en academias. «A la gente mayor y a la joven le encanta oír y bailar la música de antaño. Se emocionan cuando les tocamos "Tres veces guapa" con la dulzaina o el saxo y el tambor tras el banquete de bodas y dedicándosela a la novia» expresa.

Mientras toman aliento para la siguiente tonada recuerdan a «Pinto el de Manzanal, nacido en Ceadea, era muy bueno y ha sido el único dulzainero zurdo». El «Tío París» de Moveros, y como no «Cabezo», llevaban la música de gaita y dulzaina en la sangre. Oírles tocar obligaba a danzar.

En las misas tocan «Alabado sea el Santísimo» acompañados por el cántico de los feligreses, que les encanta porque es algo muy suyo y de siempre». Para las procesiones entonan «Los Remedios de Nuestra Señora», y en las alboradas y rondas «A la gala de la Rosa Bella» o «Adelaida», siguiendo las ancestrales costumbres de los mozos de antaño.

Los tiempos han cambiado y las verbenas populares comienzan a la una de la madrugada, cuando las personas mayores ya se han tenido que ir a descansar. Los gustos no cambian. Abuelos y abuelas siguen fieles a sus orígenes y para ellos oír la gaita o la dulzaina el bombo y el tamboril les lleva a bailar y revivir aquellas danzas que aprendieron de niños y mozas en las seranas e hilandares, y que jamás olvidaron. Los «Hijos de Cabezo y Belver» ponen en su sitio los bailes de antaño y en momentos en los que más lucen los trajes típicos.