A Daniel Villar Herrero todo el mundo le conoce como el sacristán. Esa ha sido su profesión toda la vida, ya larga, con 94 años a sus espaldas. Es uno de los privilegiados testigos de casi un siglo en la prolongada historia de la romería de Los Viriatos. «Antes venían tres pueblos nada más, Mámoles, Cozcurrita y Fariza. Venían andando con los pendones y los santos cristos, que pesaban una barbaridad», recuerda aposentado sobre las escaleras de la cruz situada frente a la iglesia de Fariza, el pueblo que le vio nacer. Al margen de su testimonio, el verdadero tesoro que esconde este nonagenario es su voz, capaz de reproducir la misa en latín, cantada «como antes». «Ahora todo es en castellano», comenta con cierta nostalgia.