Españoles y portugueses aprovecharon la primaveral jornada del último domingo de abril para hermanarse en la romería popular hispanolusa en honor a Nuestra Señora la Virgen de la Luz, celebrada en lo alto de la colina, que marca la frontera entre Moveros (municipio de Fonfría) en la comarca de Aliste y Constantim (concelho de Miranda do Douro) en Tras Os Montes. Tras una semana de tormentas y lluvias, el tiempo acompañó y eso favoreció la presencia de miles de devotos y curiosos llegados desde España y Portugal.

La Luz se coronaba reina de las romerías de «La Raya». A las 12 de la mañana la Guardia Civil cifraba la entrada en el aparcamiento de Moveros en más de 5.000 coches, además de numerosos autocares. En el entorno del santuario, la GNR (Guardia Nacional Republicana) barajaba ya al mediodía la presencia de romeros nunca por debajo de las 10.000 personas. Hacia las 12.35 horas la cola de las retenciones en suelo español, de alrededor de tres kilómetros en la carretera ZA-L-2435, llegaba desde la romería hasta la plaza del pueblo.

Sólo el magnífico trabajo de la Guardia Civil en el enlace con la Nacional 122 (Cruce de Ceadea), en el casco urbano de Moveros y a la entrada del aparcamiento campestre, ayudados de la Policía de Fronteras, evitaron un auténtico caos. Incluso entre las Fuerzas de Seguridad se llegó a pensar en tener que llegar a limitar la subida de vehículos en consonancia con la salida de la feria.

Si todo fueron alabanzas para la Guardia Civil, Policía Nacional y Guarda Nacional Republicana por «su intensa y acertada labor, de seguridad y en el tráfico», en el lado negativo todas las críticas, muchas y duras, fueron para el Ayuntamiento de Fonfría, al que pertenece Moveros, al que los romeros acusaban abiertamente de «Dejadez y falta de previsión», invitándole para que en años sucesivos proceda a limpiar y incrementar la zona de parking.

Si los romeros fueron una multitud, algo similar pasó con los puestos de venta y vendedores ambulantes que solían rondar otros años los 500 y ayer superaron los mil. Incluso un afamado grupo de música andina se instaló actuando en plena campiña en directo y vendiendo sus discos.

Entre la gente mayor y también entre muchos jóvenes sigue viva la arraigada religiosidad y la fe en la protectora de la vista, aquella que en una tenebrosa noche, pasado ya San Marcos, se apareció envuelta en un manto resplandeciente de luz, de ahí su nombre, para enseñar el camino al alistano perdido entre la maleza, que volvía de ver a su amada en tierras trasmontanas y se desorientó entre el chaparrón, los truenos y relámpagos.

El santuario de la loma fue un ir y venir de devotos y devotas llegados para postrarse ante la gran señora, unos para pedirle sus favores divinos relacionados con la salud, para uno mismo o para algún familiar, otros para agradecerle las curaciones recibidas. Miradas sinceras de las gentes alistanas y trasmontanas, tan sencillas como agradecidas, un padre nuestro y un avemaría. Antes billetes de pesetas y escudos, hoy de euros, prendidos con alfileres a su bello manto, como pago, que no es mejor quien más da, sino quien se atreve a dar lo que tiene, aunque sea poco.

Pasado el mediodía la pradera que corona la cumbre se llenó de españoles y portugueses para asistir a la Santa Misa y a la procesión entre cánticos religiosos y los sones de la Banda de Música de Miranda do Douro. Antiguamente los soldados portugueses que iban a las guerras, muchas de ellas de ultramar, cumplían la promesa hecha. Cargaban un saco de arena de las escorrentías de arroyos y caminos y daban la vuelta detrás de la comitiva hasta el santuario. ¿Penitencia pesada? Más lo es sabiendo que el recorrido lo hacían no de pie sino de rodillas.

Romero es el que reza y alterna lo religioso con lo lúdico. Si fe y devociones prenden los corazones, muchos son también los que acudieron por pura curiosidad o atraídos por un mercadillo rural que deja, por su número de puestos y ventas, insignificante al de cualquier ciudad. Cuesta abajo y cuesta arriba, idas y venidas para ver, regatear y comprar, desde un kilo de café Palmeira, a una manada de cebollas para plantar en el huerto u unas «pinas» para convertir los cepos de fresno, encina y roble en «tizas» para la lumbre. La Luz atrajo ayer la mirada y la presencia de españoles y portugueses en plena armonía y convivencia.