«La cascada de Sotillo caía a tope de agua. Se sentía desde el pueblo. Merece la pena verla» expresaba Filomena Otero, de Sotillo, que esta Semana Santa vio el bello espectáculo con sus propios ojos, aunque previamente lo había contemplado a través de las fotografías realizadas por un familiar que ascendió hasta el famoso salto natural cuando más agua cargaba la cuenca.

Las cascadas de agua han sido los pasados días uno de los atractivos turísticos admirados por los amantes de la naturaleza. Es una visión que únicamente aparece en escena cuando las nubes descargan fuertes aguaceros y por los ríos y las riberas discurren sobresalientes caudales.

En el caso de Sanabria, las más espectaculares tienen lugar en los tramos altos de los cursos, cuando las aguas se precipitan torrenciales y bulliciosas por las pendientes de las sierras. Por el contra, en el Parque Natural de Arribes del Duero las más impresionantes tienen lugar en los tramos finales, cuando las riberas despeñan sus caudales por cantiles de vértigo hacia el cañón del Duero o del Tormes.

Buena parte de estos vuelos del agua pasan desapercibidos al estar enclavados en puntos de difícil acceso. En otros casos han quedado privadas al interés ciudadano porque los accesos han sido cortados por riadas, que han arrastrado los puentes de paso, como ocurre en San Ciprián de San Justo.

Francisco Robles, que surca el cañón del Duero con su barco turístico, destaca como algo «impresionante» la cascada de Lamoso, en la pedanía lusa de Bemposta, y la de peña Vela, en Fermoselle. Pero también destaca los descensos de agua que se descuelgan por las paredes del cañón del Tormes como son las conocidas como Escrillar, en la zona de La Cicutina; La Escalá, en la zona de Cordero; y la de Salvaaguas, en Villarino de los Aires. Robles afirma que las cascadas del Tormes «son más verticales» que las del Duero.

La cascada de la ribera de Mámoles, localizada en el paraje conocido como Testero del Burro, también ofrecía los pasados días una espectacular estampa.

La cascada de Sotillo ha sido uno de las metas turísticas más perseguidas durante los pasados días. «Bajaba a tope de agua y quedaron las fotos chulísimas y preciosas. Está muy bonita» expresaba ayer Filomena Otero.

La concurrencia de vehículos y de turistas en la localidad de Sotillo pone bien a las claras el interés que despierta este fenómeno que, al decir de Otero, «merece la pena observar». Señala que los visitantes debían mantener una cierta distancia «porque salpicaba un montón». La abundancia de agua obliga a desplazarse a los caminantes por fuera del camino.

La senda de la cascada de Sotillo registró el pasado año un total de 12.507 turistas, la mayor parte (2.845) en agosto, cuando el río no es el principal atractivo. Pero la afluencia es también significativa en los meses de marzo, abril y mayo, cuando todavía es posible disfrutar de un interesante salto y el bosque ofrece evidentes encantos primaverales y avifaunísticos.

Menos concurrida, pero extraordinariamente llamativa resulta la cascada que dibujan las aguas al despeñarse por el salto de Aguas Cernidas, en la sierra de Terroso y San Martín del Terroso. Medio Ambiente mejoró el camino de acceso a este punto para facilitar a los habitantes los aprovechamientos tradicionales como los pastos y la leña. Sólo tras cernerse violentamente en su caída, el caudal forma un cristalino y frío río que aprovechan al máximo, y casi equitativamente, las poblaciones de San Martín del Terroso y Terroso.

No dejan de contarse los peligros que encierran las cascadas para los turistas que irresponsablemente tratan de meterse demasiado en la vorágine del agua, donde las piedras resultan resbaladizas. No falta incluso casos de desgracias humanas en estos atractivos escenarios.

Las cascadas de agua, que en muchos casos superan la decena de metros, han quedado este año inmortalizadas en las retinas de cientos de personas.