Los telares recobran vida en Moralina de Sayago. La localidad, cuna de artesanos tejedores, se afana en la recuperación de un oficio en vías de extinción, tan solo preservado de la mano de Felicísimo Pascual, quien aún conserva dos antiquísimos telares del siglo XVII entre los que le salieron los dientes. La abundancia de ganado lanar alumbró en la zona un boyante negocio para las exiguas economías familiares de antaño que los sayagueses no parecen dispuestos a perder.

Aunque lejos de la relevancia de la época, la artesanía textil se antoja como un complemento económico para quienes se abren camino en el medio rural. Por ello, no se descarta que el aprendizaje del oficio pueda desembocar en la creación de una cooperativa textil. «Además de aprender a tejer, también se pretende buscar una salida comercial, con expectativas de futuro», explica Loli Berrocal, quien regenta una casa de turismo rural en Mámoles y asiste al taller desde el embrión del proyecto.

Y así como hay quien alimenta la posibilidad de hacer del textil artesano una posibilidad de futuro, en otros casos el manejo del telar responde a un deseo de conservar la tradición o a un puro entretenimiento. Por uno u otro motivo, quince personas se reúnen cada semana en Moralina para perfeccionar el manejo del telar.

Son ya seis años desde que arrancara el proyecto europeo «Territorios Ibéricos», que promueven conjuntamente la Junta de Castilla y León y la Delegación de Cultura de la Región Norte de Portugal, con el objetivo de dinamizar la zona fronteriza. La iniciativa, ahora en su segunda fase, abarca el ámbito de la música, teatro, literatura y tejido artístico. Este último se desarrolla en Moralina, Carbajales de Alba y Alcañices, puntos de gran tradición artesana textil, ya sea en forma de telares, bordados o sastrería.

En Moralina funcionan dos talleres, uno tradicional que se desarrolla en el antiquísimo telar de Felicísimo Pascual; y otro con tejedores modernos instalados en un local municipal, donde Ana Mª Muñoz y Pilar Macías enseñan a los alumnos a elaborar tejidos actuales y hasta propuestas más atrevidas e innovadoras «mediante una enseñanza individualizada», explica Eva González, coordinadora del área de textil del proyecto Lime Norte. El mismo método que se sigue en Alcañices, donde el veterano maestro-sastre Domingo Fernández enseña a hacer la tradicional capa alistana.

Lamentablemente no ha sido similar el éxito en Carbajales de Alba, donde las siete personas apuntadas resultan insuficientes para abrir el taller; «necesitamos un mínimo de doce alumnos para poder tener un profesor y no ha sido posible, pero los bordados de Carbajales sí estarán en la exposición de trabajos que tenemos pensado organizar», puntualiza Eva González.

En Moralina ha pasado ya más de un lustro desde que estos nuevos tejedores se pusieran frente al telar y aprendieran a tramar el tejido. Todo un arte de paciencia, laboriosidad y esmero para montar la urdimbre -ese conjunto de hilos que, colocados paralelamente unos de otros, llegan a formar la tela-, pasar la lanzadera de un extremo y coordinarse con los pedales; el básico funcionamiento del telar de bajo lizo. «Lo más complicado del proceso, preparar los hilos», comenta Loli Berrocal.

El aprendizaje ya ha dado sus frutos. Una colección de piezas que van desde las más tradicionales mantas zamoranas, alforjas o alfombras, a las innovadoras mantelerías, chales, tapicería, cojines... Toda una amalgama de posibilidades en el mundo del hogar.

Una parte de estas labores pudo observarse en la exposición sobre «Maestros tejedores» que se montó en el Museo Etnográfico de Zamora durante la primera fase del taller. Iniciativa que está previsto repetir este año con los trabajos que salgan de los talleres de Moralina, Alcañices y Carbajales.

«No se trata sólo de no perder la tradición, el proyecto "Territorios ibéricos" pretende también abrir un mercado laboral a las personas que viven en el medio rural», explica Eva González. De hecho, algunas de las alumnas se han comprado su propio telar, como es el caso de Loli Berrocal, para empezar a funcionar de forma autónoma.

Los clientes de la casa rural de Loli han podido ya contemplar labores textiles expuestas en el centro y no son pocos los que se interesan por unas piezas únicas y elaboradas artesanalmente, valores en alza para el consumidor urbano.

«Entre los alumnos hay personas con empleos precarios o directamente desempleadas y son los que apuestan fuerte, participan en ferias, ven una salida laboral», apunta la coordinadora de los talleres. Son personas que ya están produciendo al margen de su formación.

El proyecto se propone una nueva meta: la difusión digital. Se está preparando una página weeb que universalizará este trabajo y abrirá nuevas expectativas.