La localidad de Ribadelago regresó ayer a la tónica de todos los años y el 51 Aniversario de la tragedia, provocada por la rotura de la presa de Vega de Tera, reunió en la iglesia a una treintena justa de personas. «A los de siempre». Algo esperado por los habitantes, que consideraban la vorágine del 50 Aniversario como algo excepcional. Rompió, no obstante, la soledad la presencia ante el monumento a las víctimas del secretario regional del PSOE, Óscar López y una amplia comitiva de representantes del grupo en las diferentes administraciones, así como la asistencia del alcalde de Galende, el popular Jesús Villasante, a los actos religiosos.

Ribadelago amaneció ayer con un manto de amenazadora niebla que en ciertos momentos dejó caer algunos copos de nieve, y con unas temperaturas rayanas a los cero grados. Un tiempo que «es pura rabia» decía una mujer.

El 51 Aniversario de la tragedia de 144 muertos deparada por la rotura de la presa de Vega de Tera, el 9 de enero de 1959, quedó ayer reservada casi a la intimidad de los pocos residentes. «¡Qué diferencia con el jaleo del año pasado!» expresaba Manuel Fernández.

Los primeros en moverse fueron un grupo de cazadores, dispuestos a batir los montes en busca de algún jabalí. Gerardo, Álvaro, Pedro y Rafa eligieron el bar de Manuel Fernández para calentar el cuerpo al lado de la estufa y con unas copas de Quina. Mientras decidían si salir o quedarse, recordaban las anécdotas de otras cacerías, pero muy especialmente las imprudencias de algunos a quienes se les había escapado un tiro de sus armas mientras saltaban por los peñascales. También animaban la tertulia con las piezas abatidas y el modo de transportarlas, incluso troceadas, por los agrestes territorios de la sierra. Finalmente, miraron hacia una vertiente sobre la que a veces pegaba el sol y arrancaron a la odisea cinegética.

Casi seguidamente, a las 11,45 horas, llegó hasta el monumento a las víctimas de la tragedia el secretario regional del partido socialista, Óscar López, acompañado por los procuradores zamoranos, y por alcaldes, concejales y afiliados socialistas de la comarca. El portavoz del grupo en el Ayuntamiento de Galende, José Manuel Chimeno, se encargó de explicar ante la figura y la placa de recuerdo los pormenores del funesto suceso. «Es un recuerdo emocionado a las víctimas y a sus familiares» en palabras del propio López.

En tanto, en la iglesia de Ribadelago Nuevo comenzó a oficiarse la misa en recuerdo de los fallecidos, que en esta ocasión estuvo oficiada por el sacerdote don José Antonio. «Todos tenemos presente en este momento a quienes fueron llamados de una forma misteriosa» señaló. Cumpliéndose los pronósticos de vecinos como César González, el templo volvió a quedar grande y sobraron las bancadas. Una treintena de personas, la práctica totalidad jubiladas y fuertemente arropadas, rezaron por los difuntos. Estuvieron acompañados por el alcalde del municipio, Jesús Villasante. No pudo hacerlo el alcalde pedáneo, Jesús Puente, por motivos de fuerza mayor al encontrase su mujer hospitalizada. El «podéis ir en paz» sacó a los feligreses de nuevo a la calle, donde apenas si se entretuvieron un momento unos y otros en darse los buenos deseos porque el frío desaconsejaba estar a la intemperie.