Cientos de recolectores de setas se echan durante estos días a los montes en busca de los preciados «boletus». En comarca de Sanabria-Carballeda se encuentra uno de los filones de estos hongos, que en economías familiares modestas constituye toda una fuente de ingresos. «Hay quien puede sacar hasta dos mil euros diarios, se ponen desde que amanece hasta bien entrada la noche y no paran. Hasta con linternas anda la gente. Esto es exagerado». Quien habla es Ernesto Barrio, de Santiago de la Requejada, aficionado a la recolección aunque de una forma mucho más relajada.

Y es que en este fragor micológico se puede distinguir entre quienes hacen de la búsqueda de setas un sosegado paseo por el monte para darse un placer gastronómico. Y los buscan un ingreso extra, casi el jornal más seguro y jugoso, descartada la rentabilidad de castañas - «es que ya ni se recogen», comenta una vecina de Anta de Rioconejos-, patatas o manzanas. «De qué vamos a vivir en estas zonas, es que no hay otra cosa».

Es «El Dorado». El originario aprovechamiento vecinal de este recurso micológico ha crecido de tal manera que en la actualidad recolectores foráneos peinan literalmente pinares y montes de jara ante el indisimulado malestar de la población local. A la invasión de buscadores de fuera se ha sumado este año la presencia de cuadrillas de ciudadanos rumanos y marroquíes, presuntamente contratados por algún empresario, que se diseminan por los montes «arrasando y sin respetar nada», se queja Pedro Rodríguez.

Tras intentar incursiones en varios pueblos de la comarca, no sin algún altercado de por medio, actualmente se dejan ver por los pinares de Rosinos de la Requejada, Asturianos, Palacios o Cobreros, donde «con un salario diario de 15 euros, un bocadillo y un paquete de tabaco», llenan «bolsas y bolsas de boletus, les da igual que sean de primera, de segunda o como estén», comenta uno de los seteros locales, portavoz de la indignación y malestar que está ocasionando esta situación.

Según han podido constatar recolectores locales, estos grupos llegan en furgonetas, tienen un punto base donde van depositando las setas y al caer la tarde se recogen. «Nos hemos quejado a los forestales y a la Guardia Civil, pero ellos siguen haciendo de las suyas». Uno de los receptores de estas quejas ha sido el alcalde de Rosinos, Ángel Prada, quien puntualiza que «no podemos impedir a nadie coger las setas porque no hay cotos, pero desde luego quienes pagan los impuestos son los vecinos y ellos son los que deben beneficiarse». En ese sentido, Prada se muestra partidario de «regular» la recolección a través de acotados en los montes; «es algo que estamos mirando desde hace tiempo y, con todo lo que está pasando este año, lo vamos a intensificar».

Una regulación que, entre otras cosas, obligaría a coger las setas de acuerdo con unas normas básicas. «Estas bandas llegan con bolsas de plástico, levantan todo el mantillo y eso ya queda muerto. Están machacando los pinares porque no las saben coger, no han visto esto en la vida y nos están haciendo mucho daño», insiste Pedro Rodríguez.

En general los seteros locales se muestran partidarios de acotar los montes. «Ya solo nos faltaba que la riqueza que tienen nuestros montes nos la vengan a esquilmar otros», se queja José Manuel Soto, de Cional. «De los montes tienen que aprovecharse los vecinos, que somos los que sufrimos las consecuencias de la fauna. Lo que hay que hacer es potenciar el tema de los cotos para que no pasen estas cosas», apostilla Soto en referencia a la creciente presencia de recolectores foráneos.

Lo cierto es que el atractivo pecuniario de los aprovechamientos micológicos está creado enfrentamientos y medidas disuasorias que están dejando de ser aisladas. El pinchazo de las ruedas de los vehículos es una de las prácticas más habituales.