Como marca la tradición, los contrayentes acudieron de "punta en blanco". El novio optó por un traje y una elegante capa castellana en tanto que la novia fue acondicionada «en casa de su suegra» por varias mujeres de la asociación cultural que le prepararon el hábito: un vestido blanco que le tapaba hasta la pezuñas. No faltaba ningún detalle, puesto que llevaba un tocado en la cabeza con flores en tono rosado, color que presentaba una cinta que recorría el borde la vestimenta y que también aparecía en la liga que portaba en una de las patas. La novia que no rebuznó en ningún momento del enlace y que estuvo acompañada de un extenso séquito de animales, entre ellos dos bellos caballos negros.