Si el conocimiento, el arte y la pasión en estado químicamente puro pudieran cortarse, envasarse y venderse al peso, el actual director del Museo Etnográfico de Castilla y León, José Luis Calvo, y su predecesor y factótum del MECyL, Carlos Piñel, habrían amasado una auténtica fortuna. Piñel, todavía más artista que gestor, logró colocar con mayúsculas al centro en el panorama internacional de la etnografía durante sus catorce años como director y José Luis Calvo asumió hace catorce meses la responsabilidad de dar una vuelta de tuerca a un proyecto ya exitoso y ampliar su internacionalización y salto a las nuevas tecnologías. Ambos charlan al alimón con la agencia Ical cuando quedan menos de cuatro meses para que el Museo Etnográfico de Castilla y León cumpla quince años de existencia.

- Como se le preguntaría a un político: ¿Qué herencia le dejó Carlos Piñel?

-(José Luis Calvo) Un tremendo legado. Pero no me lo ha dejado a mí, sino a todos los castellanoleoneses y a cualquiera que quiera venir por este pedazo de museo que Carlos fue capaz de poner en pie.

- ¿Quién va a hacer de guía en esta charla?

-(Carlos Piñel) Los dos, hombre. Las visitas guiadas, por esas sugerencias y explicaciones que puedes dar a la gente y por abrir cauces a la reflexión a muchas cosas insospechadas las hace nuestro personal especializado. Es algo maravilloso abrir cauces al conocimiento de la realidad, que es lo que esperamos de un museo.

-(J.L.C.) Un museo nos tiene que ayudar a entendernos. No podemos dar el mensaje de que nos hemos construido ya sino de que estamos constantemente construyéndonos, así, en gerundio.

- ¿Cuál es su pieza o su rincón del Etnográfico?

-(J. L.C.) A mí me encantan los sellos de pan, que no están en la planta cero, donde estamos ahora. Me gustan por ese sentido que tenían del horno comunal, cuando éramos capaces de compartir para algo tan importante como alimentarnos. Tenemos que extraer ideas que nos amplíen el pensamiento y la reflexión y, por eso, esos sellos me sugieren un mensaje precioso.

-(C.P.) Hay cosas muy humildes que me crean recuerdos, que me sugieren, que me informan y que me alegran la vista. Esa cajita pastoril de Adán y Eva, por ejemplo, una pieza maravillosa y única. Tiene una calidad enorme pero piensas en que la ha hecho un pastor, probablemente analfabeto, que no veía a la gente, que estaba al margen de la sociedad de principios del siglo XIX. Estás reflexionando sobre el individuo y sus preocupaciones. ¿Por qué ese señor hace esa maravilla?

- ¿Nunca van a decir cuánto llegaron a ofrecer al museo por esa pieza?

-(C.P.) Lo que pasa es que eso ni se trata, siquiera, porque no ha lugar.

- ¿Cuál es el mejor motivo para visitar el MECyL?

-(C.P.) Por mi experiencia en estos catorce años, la clave es muy clara. Tenemos? Sigo diciendo "tenemos". (Risas). El Museo Etnográfico tiene a la entrada libros en blanco a disposición de los visitantes y lo que ahí escriben me emociona y me hace temblar. Estamos hablando de visitantes de muy lejos, de Japón, de América y, por supuesto, españoles. La clave es la emoción, el interés y el disfrute. Si cualquiera lee esos escritos, vendría a ver el Museo sin lugar a dudas.

-(J.L.C.) Con los museos etnográficos hubo una gran burbuja, que salieron como setas en la noche, y que hicieron que se vieran como espacios reducidos, con colecciones bastante concretas. Mucha gente no imagina que el MECyL tiene la envergadura que tiene. Carlos y quienes estuvieron en el proyecto de ponerlo en pie fueron capaces de hacer uno de los museos etnográficos mayores del estado español, con unas de las colecciones más potentes y una riqueza y variedad impresionantes. El discurso que fueron capaces de hacer es muy delicado. Este museo es una joya.

- ¿Se moverá del Museo la Tarasca?

-(J.L.C.) Mientras Francisco y la gente de La Morana la quieran tener aquí, nosotros, encantados. En último término, es decisión suya pero es un objeto que gusta mucho a los visitantes, a los niños les encanta. Es icónico y a nosotros nos encanta.

-(C.P.) Estaba maltratada, en un almacén con andamios, con escaleras, se llenaba de polvo, se ensuciaba y no se trataba como debía y sugerimos la posibilidad de albergarla en el Museo y de que cumpliera una función, que se viera, porque tampoco hay tantos ejemplos en España. Hay otras pero como esta, de este tamaño y de esta calidad, ninguna.

- Ahí está la cajita pastoril.

-(C.P.) Si le das la vuelta, la parte inferior tiene una escena de batalla de la Guerra de la Independencia de una calidad asombrosa. Está hecha de asta de bovino, en torno a 1800. El pastor estaba viendo lo que estaba pasando y lo reflejó ahí. Lo hacían con una navaja. Es asombroso.

-(J.L.C.) A mí me encanta el tema que nos da la posibilidad el Museo y este tipo de piezas. Por ejemplo, la exposición que tenemos ahora paralela temporal, homenaje a Carlos Flores, que fotografió toda la arquitectura popular, cuando hacen en Nueva York la primera exposición potente que hubo en el mundo sobre arquitectura popular, la llamaron "Arquitectura sin arquitectos". Esto es arte sin artistas. El pastor pone la fecha pero no se le ocurre poner su nombre. Y esta delicadeza, gente que no ha tenido formación académica, tiene la largura de hacer estos objetos con esta sensibilidad y bajo los parámetros de la anonimia, ahora que estamos en una época tan narcisista y tan hiperindividualista, me parece un mensaje espléndido que extraemos de información que nos da esta caja tan pequeña.

- ¿Qué cambios tiene pensado hacer en el Etnográfico?

-(J.L.C.) Yo no voy a pretender mejorarlo sino transformarlo, que es una sensibilidad que tiene Carlos y cualquier director de un museo que sea riguroso piensa que los museos no pueden estar estáticos. Las cosas caducan, perecen y hay que transformarlas.

- Después de estos años de crisis, en los que se han hecho maravillas con poco dinero, ¿qué harán si los políticos les dicen que puede seguir haciendo eso mismo con los mismos fondos?

-(J.L.C.) Yo creo que lo haremos lo mejor posible con lo que contemos pero si contásemos con un poquito más... Apelar a la sensibilidad de la gente de la que dependemos y que vean que se sigue un buen camino y que la gestión es positiva y quizá merecedora de más recursos. Me presentaron hace unos meses a Juan Vicente Herrera, que no lo conocía, y me expresó el cariño que le tiene a Carlos y al Museo y, por lo que me dijo a mí, que es su preferido.

-(C.P.) Yo, ahí, no lo he debido de hacer muy bien pero sí he logrado el cariño del presidente, que ha sido un apoyo. Es una persona que sigue al pie del cañón y conoce perfectamente el Museo. Sabe perfectamente los visitantes y no porque se lea el papelito cuando te lo encuentras y le tiene mucho cariño. Bien es cierto que, después, a pesar de esa lucha, yo lo he intentado mucho y seguiré haciéndolo en la medida de lo posible y si Pepe lo necesita, sabe que seguiré presionando por ahí. Ese apoyo es importante.