La central de Santa María de Garoña ha marcado desde hace más de 40 años el devenir de los pueblos del Valle de Tobalina. También lo hacía ayer, 1 de agosto de 2017. La fecha elegida por el Gobierno central para poner fin a una historia que comenzó en 1970 cuando la población burgalesa pasó a la historia para acoger una de las plantas atómicas más modernas de todos los tiempos. Ayer se cerró la historia de Garoña y con ella la de un pueblo "pegado" a una central nuclear.

La alcaldesa del Valle de Tobalina, Raquel González, es una de las personas a las que "más ha sorprendido el anuncio de cierre de Garoña". "Es algo que podía pasar pero no sé cómo se podrá gestionar todo esto. El valle está ligado a la central como los puestos de trabajo de muchas personas", reconoce.

Para González, la noticia "habrá de analizarse con el tiempo como el futuro de una comarca que siempre ha dependido de un modo u otro de la planta". De este modo, reconoce que aunque hay muchas personas que ya se "estaban preparando para esta noticia" hay a quien la decisión de Industria le hará "una faena" puesto que la central era el sustento de muchos.

Numerosas cámaras de televisión y unidades móviles se agolpaban desde primera hora del día de ayer junto a la mediática central. Su objetivo plasmar la última hora del lugar de trabajo de quienes desde hace siete años custodian el material radioactivo que quedó en suspenso en la piscina tras la parada programada que tuvo lugar en diciembre de 2012.

Mucho más tranquilo era el ambiente en el pueblo más cercano a la planta que estos meses estivales se llena por la visita de foráneos y familiares de los residentes. Buena cuenta de ello daba uno de los bares de la zona donde el vermut y las cañas eran lo más comentado de la jornada. "No queremos hablar más del tema porque estamos cansados de que se nos ligue siempre con la central", confesó una de las propietarias de un establecimiento hostelero.

Menos receloso se mostró el propietario del único hostal que se mantiene abierto en la zona que espera que "el anuncio no sea el comienzo del fin de la vida en el pueblo". "Sabíamos que este momento tenía que llegar algún día", estimó el gerente del hostal, que reconoce que su establecimiento "poco podrá hacer sin los trabajadores de la central que eran los que más dinero daban al pueblo".

Esperanza en el turismo

El valle de Tobalina es una de las zonas más ricas de toda la provincia en lo que a parajes naturales se refiere. El mejor ejemplo de esa riqueza que aúna entornos naturales y patrimoniales está en la cercana población de Frías donde también hay decenas de familias que de un modo u otro han dependido de la planta burgalesa. El tema también era ayer muy comentado entre sus vecinos, que confían que el turismo ayude a mitigar los efectos de lo que para algunos es "todo un desastre". Ante todo, quienes de un modo u otro podrían sufrir las consecuencias de la decisión anunciada ayer por Nadal estiman que "se promueva un plan para fomentar el turismo y ayudar a los comercios y establecimientos de la zona". "Lo que no pueden hacer es cerrarla y dejarnos sin nada", explica un hostelero de Trespaderne.