Eran un instrumento fundamental en todos los pueblos de la ribera del río Omaña, en la provincia de León, aunque el paso de los años ha hecho, no solo que cayeran en desuso al no ser necesarias, sino casi en el olvido. Son las zancas, que se hacían indispensables para muchos vecinos, que tenían en este elemento la única forma posible de atravesar las frías aguas del río, en especial durante los duros meses de invierno. El avance de las infraestructuras y la construcción de la carretera en el año 1998 provocaron el destierro de estos bastones ahora convertidos tan solo en un recuerdo.

Y como tal, y con el fin de hacerlas perdurar en el tiempo, algunos vecinos, que no solo las utilizaron durante muchos años, sino que también aprendieron a fabricarlas, siguen haciendo esto último, en especial de cara a los más jóvenes, para que conozcan lo que ahora es una tradición que no se quiere dejar que caiga en el olvido. Aunque se utilizaban en todos los pueblos de la ribera, tales como Inicio, Trascastro o Ábano, entre otros, fue en Trascatro de Luna donde se estima que se dejaron de utilizar de manera más tardía.

Los habitantes de estos pueblos construían de manera habitual, en ocasiones hasta tres veces al año, puentes de madera para facilitar el paso de una orilla a otra, pero con la crecida del río en los meses de invierno quedaban totalmente inservibles. Así, la única manera que tenían los vecinos de llegar al otro lado del río, donde se encontraban sus fincas, donde había que repartir el correo -porque la cartería se encontraba en la localidad de La Garandilla- o acudir a ferias y mercados, era utilizando las zancas.

"Normalmente se cruzaba en invierno, porque en el verano no hacía falta", reconoce Pepín, que recuerda cómo el agua podía tener una altura de hasta 1,50 metros durante los meses invernales. "Además se llevaban cosas, herramientas como palas, azadas o una horca" cargadas a la espalda y se cruzaba llevando también el ganado. Normalmente se llevaban puestas botas para no mojarse dada el elevado caudal del río, y en aquellos casos en los que los vecinos se cubrían los pies con madreñas, también se utilizaban sobre las zancas.

Pero no todo era trabajo y no solo se utilizaban las zancas para ese fin, sino para todo aquello que supusiera tener que cruzar el río, y Pepín recuerda entre risas cómo los más jóvenes también pasaban por el agua cuando iban de fiesta a La Garandilla. "Al volver por la noche, cogían la linterna con la boca para poder alumbrarse y luego se tiraban las zancas de un lado para otro para que pudiera pasar el siguiente", sonríe.

Aunque es un elemento muy sencillo en su forma, cuya apariencia es la de un palo largo con un soporte de apoyo para los pies, la manera de construirlas requiere de cierta técnica y dedicación. Pepín explica cómo se necesita apenas un día para hacer un par de zancas, aunque para ello se necesita buscar la madera apropiada, preferiblemente de negrillo o fresno que son las que más resisten, y en la época adecuada, que es sobre todo a partir del menguante de septiembre. Luego se cepillan los palos y se les coloca en la parte baja un clavo para que se apoyen en el fondo de río y la persona que vaya subido en ellas no se resbale. "Yo me he caído muchas veces al agua, pero todos se han caído", reconoce Pepín.

También resulta importante que la madera esté bien seca después de que se ha recogido, y además se trenza con mimbre el que será el asiento del pie, por lo general a una altura aproximada de un metro para así evitar la altura del agua, que era el objetivo final, aunque no siempre se conseguía, de ahí también el uso de botas para salvar el elevado caudal. "Eso es lo difícil, porque cualquiera anda en ellas a un tamaño pequeño", añade.

Para los jóvenes

La necesidad ya no obliga al uso de las zancas, aunque algunos vecinos aún las conservan y las utilizan, si bien mejor en época estival cuando los pueblos se llenan de la gente llegada de las ciudades, en muchos casos acompañados de gente joven que desconoce estos usos. Para eso, los mayores del lugar todavía las elaboran para mostrarles cómo se utilizaban. "Hace un par de años los chavales pequeños andaban con ellas porque vienen al pueblo y quieren aprender, aunque lo hacen con zancas bajas", explica Pepín.