Se llama «Julianus», al menos ése es el nombre que ha propuesto el delegado territorial de la Junta en Ávila, Francisco José Sánchez, para que sirva de homenaje a Julián Rodríguez, pastor de Bercial de Zapardiel que hace algunos meses encontró esta terracota funeraria y la entregó al Servicio Territorial de Cultura renunciando a cualquier tipo de indemnización.

Se trata de una pequeña escultura en bulto redondo de barro que representa a un hombre de 65-75 años que vivió en una villa romana en la comarca de la Moraña, al norte de la provincia de Ávila. Su cronología se corresponde con los inicios del imperio romano, en el siglo I o principios del siglo II, lo que la convierte en el primer retrato conocido de un abulense y también de un castellanoleonés, ya que los encontrados en Becerril de Campos (Palencia) datan de finales del siglo II.

Así lo explicó ayer el arqueólogo Francisco Fabián que destacó que pudiera tratarse del patriarca o fundador de una de las familias que habitó en una villa en esta zona de la provincia, en tierras fértiles de los valles del Duero, en este caso, junto al río Zapardiel. Aunque la pieza estaba aislada, se ubica en las inmediaciones de uno de los yacimientos arqueológicos romanos de Bercial donde ya ha habido otros hallazgos como piezas de mármol (palanganas de los baños) o de hierro (llaves o azadas).

La encontrada en este municipio abulense destaca porque, según los primeros estudios, fue realizada por un artista a partir de una original: la máscara, previsiblemente de cera, que los romanos realizaban sobre el propio cadáver que después se conservaba para venerarlo. En este caso, esta máscara no sirvió directamente para realizar la escultura, sino que a partir de ella el artista reprodujo en arcilla el calco original, pero en un tamaño más pequeño.

Según el arqueólogo Francisco Fabián, esa escultura cuyas dimensiones son 116x82x92 milímetros y que pesa 628 gramos, resalta por su carácter rústico y por ser «de gran tosquedad» y contrasta con los retratos en mármol hallados en Becerril de Campos. Se piensa que su lugar en la casa estaría dentro de los altares domésticos y también se mostraría en los funerales de la familia del patriara. En principio se descarta que fuera policromada, aunque sí debía de tener algún detalle en los ojos que la dotaba de más realismo. Aunque parece maciza, está hueca y se comunica con el exterior por un pequeño canal que permitía la salida del aire para evitar que estallara durante la cocción. Este detalle lo ha revelado el escáner al que se sometió en el Hospital Nuestra Señora de Sonsoles de Ávila. También se solicitó la opinión de la forense Esther Sánchez Hernández sobre el origen funerario de la pieza, algo que podría intuirse por el gesto de tranquilidad que presenta.

Algunos detalles de la escultura hacen entrever aspectos que podrían relacionarse con las causas de la muerte del sujeto representado. La torcedura de la nariz y la hinchazón que aparece bajo uno de los párpados llevan a pensar que pudo sufrir un episodio violento, intencionado o accidental, que le causó un traumatismo inmediato a la muerte.

La escultura se incorporará a la exposición y fondos del Museo de Ávila una vez terminen las investigaciones y aunque no se trata de una pieza única en el contexto general de la escultura funeraria romana, no es conocido ningún caso similar en Castilla y León hasta el momento. En su estudio han colaborado el profesor Ignacio Barbero, de la Escuela de Conservación y Restauración de Ávila, y el arqueólogo Emilio Illarregui.

Este tipo de esculturas aparecen en Roma en los siglos anteriores al cambio de era y se popularizan en el imperio a partir del siglo I (época de la dinastía Flavio). Tienen un sentido funerario y conmemorativo. Por una parte quieren ser testimoniales con la figura de un «pater familia» al que se le concede un valor simbólico importante.