Era el año 2004 cuando Mary Grams, de Alberta (Canadá), se encontraba trabajando en la huerta de la granja familiar cuando se percató de que había perdido su anillo de compromiso. Lo buscó por todas partes pero terminó dándolo por perdido y para no preocupar a su marido, lo reemplazó por otro anillo.

Los años pasaron y el matrimonio Grams se mudó a otra parte, pero en la granja se quedaron su hijo y su nuera, Colleen Daley. Fue ella la que se encontró con un hallazgo sorprendente: mientras cogía zanahorias de la huerta, Colleen descubrió lo que parecía un anillo de compromiso y preguntó a su marido si lo reconocía. Éste le respondió que sí, que su madre lo había perdido años atrás.

Cuando Mary Grams, que ahora tiene 84 años, se enteró de la noticia pensó que sería una broma (¡¿Cómo va a crecer una zanahoria con un anillo incrustado?!), pero enseguida lo reconoció como el que había perdido. Norman Grams, su marido, se lo había regalado en señal de compromiso un año antes de que se casaran en el año 1951.

Lamentablemente, Norman falleció hace cinco años, poco después de que el matrimonio celebrase sus 60 años de casados. La aparición del anillo es, quizá, un regalo que el caprichoso destino quiso para Mary ahora. Todavía le encaja y no piensa soltarlo.