Hay una España que ve el programa de Bertín Osborne y otra que ve el de Jordi Évole. Sé que soy esquemático y que existen muchas Españas más, contradictorias a veces y casi siempre con cierta tendencia al histrionismo y a la exageración; pero, si tuviéramos que auscultar el latido actual del país, podríamos hablar de Bertín y de Évole sin temor a equivocarnos en exceso. No se trata de una España culta y de otra inculta (o al revés) ni de una visión conservadora de la realidad frente a otra progresista, sino simplemente de dos lecturas opuestas de lo que supuso la Transición.