Tres semanas después de que se iniciase la localización y captura de palomas en Benavente el Ayuntamiento ha terminado por otorgar rango de «plaga» a la más que nutrida población de aves y se ha visto obligado a pedir la colaboración ciudadana para que facilite información y el acceso a los edificios, estén estos habitados o abandonados.

Tal es así, que la Concejalía de Medio Ambiente solicitó ayer a los propietarios y a las comunidades de vecinos afectadas a través de este periódico que informen en el Consistorio sobre los lugares en los que anidan o duermen y que firmen los impresos municipales autorizando el acceso a los edificios para facilitar las capturas.

La captura de la paloma, icono de la paz, se ha convertido paradójicamente en una guerra a base de redes, balancines y halcones desde primera hora de la mañana hasta altas horas de la madrugada. La Concejalía recibe de hecho un estadillo diario con el número de aves capturadas vivas o muertas, de las entregas de ejemplares realizadas al propietario de un palomar de Villaveza del Agua donde son "deportadas" y con las incidencias producidas cada jornada.

Pero si de algo está sirviendo esta campaña que apenas posee tres semanas de vida es para comprobar que las estimaciones iniciales, que apuntaban no más de cinco mil ejemplares en todo el casco urbano y en el extrarradio, están tan desbordadas que el responsable del servicio de captura ni siquiera se atreve a aventurar cifras y mucho menos a hablar de plazos.

«En tres meses y medio va a ser muy difícil acabar el trabajo. Se va a hacer todo lo que se pueda pero es necesario que colabore la ciudadanía, que nos indiquen los sitios donde las ven y nos permitan el acceso, a mí o al biólogo del Ayuntamiento», afirma Oscar Maniega.

El joven cetrero benaventano ha actuado en los comederos de la cooperativa TEO, en el camino de Torrizales, donde las aves tienen el sustento de grano garantizado y donde las trampas con redes y los vuelos de los halcones han causado hasta ahora bastantes capturas y bajas. Su teoría inicial de que las aves comen en los almacenes de grano y pienso de Nutecal y TEO y anidan, «toman el sol» y duermen en la ciudad, se ha tornado completamente veraz. Sin embargo, Maniega prefiere «no actuar constantemente con los halcones en los almacenes para no resabiarlas». Buena parte de su labor está por ello abocada a lo que el llama «labor de campo». «Algunos días no me queda otra que ir con la carpeta en la mano observando los sitios donde pueden anidar y no está resultando fácil», confiesa quejoso.

A veces ni siquiera es fácil cuando los propietarios colaboran. El viernes, frente a la iglesia de San Juan del Mercado, localizó lo que parecía un dormidero muy poblado en un edificio. «El propietario me decía que allí no podía haber palomas porque la buhardilla estaba sellada. Pero yo las oía; estaba seguro de que habían entrado por las troneras. Cuando me autorizó a entrar aquello fue un show: había tanto kilos de palomina (excrementos) sobre la trampilla que casi no se podía abrir. Dentro había cerca de trescientas palomas».

El problema, sin embargo, se agrava cuando los propietarios de los edificios donde es más que evidente que hay una enorme colonia de aves, no están identificados. El Ayuntamiento ha pedido a Maniega que no actúe si no hay un consentimiento firmado; incluso en el contrato de servicio está incluido un seguro de responsabilidad civil por si se producen daños en los tejados en algún elemento del inmueble. Pero si los propietarios no son localizados no es posible trabajar. «En algunos de estos edificios con tres o cuatro pisos puede haber dos mil palomas», se lamenta.