Familiares y amigos se desplazaron, prácticamente, al lugar donde fue encontrada sin vida Leticia Rosino, la joven de 33 años cuyo cuerpo sin vida fue localizado sobre la una de la madrugada tras la Planta de Transferencia de Residuos de Castrogonzalo. «No sabemos qué ha podido pasar», comentaban miembros de la familia política que observaban la evolución de los trabajos de la Policía Científica y Guardia Civil en la zona, completamente acordonada.

Únicamente acertaban a relatar la secuencia de los hechos: la desaparición, la búsqueda y el hallazgo de «un rastro de sangre» muy cerca de donde, finalmente, apareció el cadáver. «Ha sido un forastero el que ha localizado una mancha de sangre», precisaban, conmocionados por el suceso.

Poco a poco, a medida que iban transcurriendo las horas, bajo la oscura noche fueron abandonando la zona los presentes en sus vehículos. Una de las últimas personas en hacerlo fue la suegra de la víctima. En visible estado de shock, la vecina de Castrogonzalo no tenía palabras para describir a la fallecida: «Era la mejor persona que te podías echar a la cara», relato coincidente con el sentir del resto de vecinos.

Precisamente, fue la familia política de la joven quien había facilitado un año atrás una vivienda para que pudiera vivir la pareja. «Nunca desconectaba el teléfono y siempre estaba en permanente contacto con su novio, mi hijo», aseveraba, presa del dolor. Al parecer, la joven había preparado su mochila para acudir a la piscina tras el paseo rutinario. La mujer, precisamente trabajadora de la planta de residuos, conversó con su hijo sobre la extraña falta de noticias de Leticia, hasta que «al anochecer decidimos acudir a la Guardia Civil, ya muy preocupados». No acertó a decir más la vecina quien, de camino a su vivienda todavía a medio kilómetro del lugar donde se encontraba el cuerpo, aseveró presa de la rabia: «Quien lo haya hecho, no tiene nombre».