Mi querida Generosa: Aquí estoy esperando con cristiana resignación el destino que Dios me tenga señalado. Espero confiado que me pondrán pronto en libertad, más si no fuera así, no os apuréis por nada, ya que el Señor no abandona nunca a los que no han hecho mal, cosa de la que podemos enorgullecernos nosotros. Bien sabes los sufrimientos que hemos padecido en este mundo; ahora es cuando suponíamos que venceríamos todos los obstáculos que se oponían a nuestra felicidad, y es precisamente cuando la suerte nos es más contraria, primero, perdiendo mi colocación, sin causa justificada (a nuestro parecer) y luego privándome de estar en vuestra compañía. Hágase la voluntad de Dios. Bien sabe Él que el mayor sentimiento que tengo si no me libertan, es el dejaron a vosotros en la situación que quedáis; por lo demás, creo firmemente que mi destino no está en este mundo, sino en el Cielo, donde no dudo que nos encontraremos con nuestros hijos para gozar de la Gloria eterna, nosotros que tan desgraciados hemos sido en este miserable valle de lágrima. Sí, Generosa mía, ten confianza en Dios; sigue siendo buena siempre, perdona a todos los que nos han hecho mal, como lo hago yo, y sobre todo, procura que nuestros queridos hijos sigan siendo buenos cristianos. Te ruego que no digas a los niños dónde estoy, y si algo malo me ocurriera, les dices que me llevó Dios al Cielo y que allí les espero si son buenos.

Esperanza me envió enseguida un colchón y mantas y todos los días me manda comida. Ayer le escribí y le decía que no se moleste tanto, ya que aquí nos tratan muy bien y nos dan buena comida. ¡Si vieras que atentos son tanto los oficiales como el jefe de la cárcel! Igualmente lo fueron conmigo los guardias que me trajeron.

El día que vine tenía en la cartera unos certificados y otras cuantas cosas sin importancia; por temor a extraviarlas, le rogué al brigada que le entregara la cartera a Luis para que él te la diera a ti, lo que hizo después de examinar su contenido. Hoy he pensado que será conveniente me envíes los citados certificados, pues los necesitaré cuando me tomen declaración y me mandas también los retratos vuestros que yo conservaba, como la muda peine, toalla, cepillo y pasta de dientes y máquina de afeitar.

Ayer, en vista de que autorizaron a un muchacho que estaba aquí ingresar en el Tercio, hemos consultado unos cuantos si nos admitirán a nosotros; veremos lo que nos dicen.

Nada más, que ya me he extendido mucho. Gratos afectos a todos, un millón de besos a los niños y un fuerte abrazo para ti de tu Ginés.