La casa del abad del Bendito Cristo de la Vera Cruz de Santa Cristina de la Polvorosa se convertía este jueves en un fogón repostero.

La residencia de Mauricio Santiago Ripol, a la sazón el dirigente de la antigua cofradía de Santa Cristina, servía ayer en bandejas dispuestas para entrar en el horno a más del millar de roscas. De las roscas del Cristo, porque la tradición manda y de eso saben bien en esta localidad ribereña del Órbigo desde la fundación en 1833 de esta cofradía con referencias desde el siglo XV y que cuenta actualmente con 450 registros.

Mauricio Santiago, Mauri para sus convecinos, es cofrade desde que comenzó a estrenarse en la edad de la veintena y de ello hace ya cuarenta. No obstante, ayer el protagonismo corría a cargo de su mujer Emilia y de su hija Cristina encargadas, junto a un grupo de vecinas, de la elaboración de las roscas del Bendito Cristo. Los dulces con los que serán obsequiados todos los vecinos y foráneos al finalizar los actos religiosos del 9 de mayo, de la jornada festiva dedicada al Santísimo y venerado Cristo de la Vera Cruz.

Un total de 60 docenas de yemas de huevo, "de gallinas de corral", apuntan, otros 30 kilogramos de azúcar, 800 gramos de harina por cada docena de huevos, un "pocillo" de aceite por docena y la esencia de limón. A mezclar, batir, amasar y a moldear la masa. Todo listo en la mesa para moldear cada pieza, cada rosca dispuesta ordenadamente en la bandeja. Ah!, y una parte fundamental del proceso, el pinzado de las piezas,. Y... al horno.

Más del millar de roscas a las que se suman 50 kilos de pastas, otros 30 kilos de "coquitos" y las magdalenas. Todo a rabiar con generosidad, porque a los devotos del Bendito Cristo no les puede faltar un dulce. Esa es la tradición. Y el abad y su mujer bien lo saben y con orgullo así la quieren mantener, al igual que hace siglos.

Al abad no le ha faltado un guiño a su también venerado santo patrón de los labradores, la pareja de bueyes de la imagen de San Isidro estaba de pena y encargó su restauración al convecino Mariano, el tallista. Y este lo hizo con maestría fiel, con yugos y melenas.

Este grupo de féminas reposteras no podía concluir las labores sin antes tomar un tentempié, una "parva" con generosos pinchos de tortilla, de embutidos caseros, chorizo y salchichón, de pan de hogaza, dulces y una elaboración a base de café y aguardiente, el tradicional "arreglao", el mismo que degustan todos los vecinos en la fiesta del Bendito Cristo.