Ataviados de un riguroso luto, un nutrido grupo de benaventanos participaron ayer en el simbólico Entierro de la Sardina, con el que, ahora sí, se despiden las fiestas de Carnaval para dar paso a la Cuaresma, en el Miércoles de Ceniza. El recorrido por las calles céntricas de Benavente comenzó en la calle Herreros donde se dieron cita viudas y plañideras, acompañadas por los respetables miembros de la iglesia, caracterizados por algunos de los participantes, y algún que otro curioso. Comenzaron un pasacalles hasta la Mota para dar el último adiós al cadáver de las fiestas pasadas las ocho de la tarde.

Es el tercer año que la Asociación de Familias Numerosas se encarga de organizar y celebrar este simbólico festejo y volvió a acoger algunas novedades con respecto a la edición anterior. La procesión fúnebre, cargada por lo grotesco de la interpretación de los participantes, no dejó indiferente a los transeúntes.

El cortejo lo encabezaban cuatro jóvenes ataviados con trajes de color negro, bombín y pajaritas. Fueron los encargados de llevar a hombros un pequeño ataúd con la protagonista del festejo, la sardina, dentro. No faltaron ni el monaguillo, ni obispo y tampoco el enterrador.

Un grupo de mujeres y algunas niñas fueron las encargadas de simular desconsolados llantos en contraste con la música de un grupo de dulzainas y tamboril que acompañó al cortejo.

Una vez llegada la procesión a la Mota no hubo este año fuego ni incineración del pescado, ni discurso del obispo o el enterrador con el fin de no herir sensibilidades. De modo que la celebración se ciñó al enterramiento de la sardina en una zona de los jardines de la Mota. No hubo discurso alguno, por decisión de la Asociación organizadora.