Ayer se cumplía en Santa Cristina de la Polvorosa un rito lleno de historia y emociones. De las que antaño sellaban la propia localidad con una jornada festiva y de las que se hacían notar, porque lo que ahora son mascotas, animales de compañía, entonces eran animales para el trabajo o para el sustento familiar.

La familia Sobejano se viene encargando de que la tradición se mantenga por San Antón, gracias a una cofradía fundada hace 128 años, en el año 1890. El testigo lo han tomado los hermanos Ángela David y Paco quienes junto a la familia, la parroquia y un buen número de vecinos, persisten en esta costumbre de que el santo eremita, San Antonio, sea el que bendiga una vez más a los animales. Y lo haga a través de la mano del párroco rociando con agua bendita a las mascotas cuyos dueños llevan a misa. A la bendición, a la procesión con el patrón, y a la misa. Y el solado de la iglesia parroquial parece que se hace pequeño para recoger tanto bullicio y corretear entre las patas de los bancos.

Hasta "Rita", una simpática e inquieta lora de 12 años le encanta repetir una y otra vez: "¿qué guapa está?". Eso dice a todo al que se le acerca inclinando la cabeza y con un ojo avizor mirando a una pequeña perra de raza maltés y de nombre "Nara".

La iglesia de Santa Cristina estaba ayer tomada por los animales, sobre todo por los canes que fueron los que con mayor número y de distintas razas acudieron ante San Antonio Abad. En el recinto eclesiástico cabían todos, tanto mascotas como sus dueños, porque el día era señalado en el calendario para rendir homenaje a San Antón.

"Jimbo" un podenco de 1,5 años y del que su dueña María elogia como buen cazador, "porque además es de Calzada de Tera". Claro está, esa es buena tierra de cazadores. "Es muy buenico, no da guerra", advierte la propietaria del perro. "Lolo", un macho bichón maltés con 2,5 años, parece menos inquieto e, incluso, el boxer "Triki" que con 9 años es muy juguetón.

A alguna dueña, de poco le servían ayer las caricias a su mascota, porque el nerviosismo ya se había adueñado del perro pretendiendo acaparar todo el protagonismo. Y vaya si lo hacía, porque ante algún que otro ladrido, el resto de canes giraba de inmediato la cabeza hacia él y el silencio por segundos dominaba la ceremonia.

Todo un rito del que forman parte las emociones y el santo Antón se siente satisfecho. Ya no son los años atrás en los que sus bendiciones llegaban a una nutrida representación de animales, no obstante el agua bendita sigue llegando a las mascotas de Santa Cristina con la devoción de siempre.