La campaña electoral al Parlamento Catalán, esta siendo como era previsible, bronca e insulsa, prevaleciendo los criterios independentista de unos y el discurso sobre la defensa a ultranza de la Ley y el Orden de los otros, dejando de lado las cuestiones que más interesan a los ciudadanos catalanes.

A estos dos bandos, más o menos centrados en sus propuestas ideológicas, se les unen los parásitos que articulan un discurso populista que no enfade a ninguno de los aspirantes con opciones a presidir el gobierno de Cataluña. Critican todo, pero no aportan nada nuevo y saben que no obtendrán representación significativa, por lo que su objetivo no es otro que ser el comodín del futuro gobierno y de esta forma imponer sus postulados.

Este escenario no es nuevo ni para los catalanes, ni para el resto de los españoles. Todos seguiremos con gran expectación el desarrollo y desenlace de estos comicios electorales, pero con cierta preocupación porque tal y como se están planteando, dudo que solucionen problemas y alivien el daño causado por el independentismo radical, en Cataluña y en el resto de España. La bronca, la descalificación, el debate baldío y la falta de posicionamiento van a ser la tónica de una campaña marcada por los procesos judiciales, la cárcel, las fugas, las mentiras y las traiciones. En fin, un cóctel difícil de digerir, con un final incierto.

ERC ya ha empezado su particular circo temeroso de perder su liderazgo tratando de desprestigiar la consulta electoral calificándola de "ilegítima" y dudando de su imparcialidad.

Ha iniciado una campaña para crear una red de apoderados que hagan un recuento "paralelo", ante el temor de un "pucherazo". Esto significa que si los resultados no les favorecen, no los aceptarán y si los vientos soplan a su favor, todos contentos.

El bloque constitucionalista se perderá, ya se está perdiendo, en cuestiones como el encaje de Cataluña en España o en propuestas para un nuevo modelo de financiación autonómica. Es evidente que son temas muy importantes y necesarios de abordar de manera urgente, pero el sitio más adecuado para hacerlo es el Parlamento Nacional, ya que afectan al conjunto de los españoles y no solamente de los catalanes.

Si los partidos políticos que concurren a las próximas elecciones catalanas, no se centran en los temas de ámbito territorial que afectan a sus electores, con seriedad y veracidad y se dispersan abordando temas de ámbito nacional, volverán a perder el tiempo y el radicalismo, el odio y la crisis económica y social seguirán haciéndose fuertes en una sociedad cada vez más deteriorada y todos, digo todos, saldremos perdiendo.

En todos los comicios se constata que muchas de las promesas de campaña y de las propuestas incluidas en los programas electorales se convierten en humo a la hora de aplicarlas. El electorado está cansado de tanta promesa baldía, difícil, por no decir imposible de cumplir. Esto simple y llanamente es mentir.

Es necesario que la justicia, en la que creo firmemente, haga un esfuerzo y explique a los ciudadanos lo que se está empezando a denominar "doctrina Forcadell" para llegar a comprender por qué deja en libertad a unos políticos presos acusados de delitos, muy graves, con el mero compromiso de no volver a protagonizar hechos como los que les llevaron a prisión. Si este argumento se aplica al resto de presuntos delincuentes, las prisiones preventivas estarían mucho más desahogadas. En fin, la justicia sabrá por qué actúa así, corriendo el riesgo, en este caso, de dar la razón a quienes argumentan que son presos políticos.

Me produce pavor que la frase "París bien vale una misa" esgrimida `por Enrique IV para convertirse al catolicismo y así reinar en Francia, tenga su aplicación en los políticos independentistas catalanes. Acatar ante el juez la Constitución Española, ampliamente pisoteada por ellos y aceptar la aplicación del 155 con el objetivo de salir de la cárcel es insultar a los ciudadanos y mentir. Mentir porque no dan muestras de arrepentimiento y porque son alentados a hacerlo por los líderes de las formaciones a las que pertenecen que ven peligrar sus aspiraciones electorales si permanecen en prisión.

Es cierto, y creo que no hay que abundar en ello, que los políticos son seres humanos que están sometidos a tensiones como cualquier otro ciudadano y que los mecanismos de toma de decisiones son idénticos en todos los casos, pero con una diferencia respecto al resto de los mortales, y no es otra que los políticos no deben mentir. Un político que miente, sea cual sea su circunstancia, no es creíble y deslegitima todo proyecto político que presente a los ciudadanos, amén de convertirse en una grave traición.

En el ámbito doméstico más cercano, las mentiras también se producen para ocultar hechos que a todas luces son deplorables y que los partidos políticos justifican, bien porque no tienen recambio o porque no quieren perder su cuota de poder, lo que me ratifica en el convencimiento de que los fines políticos en ningún caso justifican los medios inmorales.