Los medios de comunicación al uso y las Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación están contribuyendo de manera notable al caos político, social y económico que estamos padeciendo. El exceso de información o "information overload" que dirían los ingleses que está a nuestro alcance es abrumador lo que no nos permite procesar en profundidad, en muchos casos, el contenido sustancial de la misma.

Es evidente que todos necesitamos saber más, pero la saturación y los infinitos medios que disponemos para evaluar ese exceso de información al que estamos sometidos terminan por hacernos desistir. Esto produce una gran insatisfacción y nos deja a merced de los eslóganes políticos o sociales que convenientemente aderezados van moldeando a conveniencia, la voluntad y el sentir de los ciudadanos. La información se convierte de esta forma, en un tirano que nos manipula sibilinamente para no dejarnos extraer lo relevante y permitirnos ser ciudadanos libres con criterio propio.

De esto sabe mucho y se nutre el cuarto poder al servicio de las élites económicas y políticas de este país que convierten la información en mera propaganda ideológica a su servicio. Hemos visto cómo medios de comunicación públicos españoles dosifican a su antojo la información que surge desde Cataluña, y de igual manera los medios públicos catalanes, lo que nos hace tener una percepción sesgada y convenientemente manipulada de la situación, en función de la localización geográfica del informado.

La aplicación o no del 155 ha sido una píldora que nos han ido suministrando en dosis racionadas, en función de la necesidad de los poderes políticos o económicos de tensar o destensar la situación. La difusión de la fuga de empresas ha sido otro recurso utilizado profusamente para dar la dramática sensación de quiebra económica. El uno de octubre ha sido utilizado discrecionalmente por los medios nacionales y catalanes, en función del interés del momento.

Todo esto nos hace vulnerables y condiciona nuestro pensamiento, lo que permite que una parte de ciudadanos sucumban a una propaganda política interesada, con la creencia y la falsa percepción de ser parte indispensable en la construcción de un nuevo orden. Se rinden a los pies de políticos sin escrúpulos que ofrecen lo que no tienen, con tal de que se les vote, lo cual no favorece el diálogo porque gran parte de la manipulación está dirigida a una masa perezosa que prefiere seguir las consignas de los líderes que cuestionarse los posicionamientos fijados.

Tenemos que aprender a ser pacientes y a separar la paja del grano, lo veraz de lo manipulado. Muchas de las informaciones con las que nos bombardean forman parte de un maquiavélico plan de desinformación utilizado para someternos a los designios de políticos ambiciosos que no dudan en crear confusión y enfrentamiento con tal de satisfacer sus pretensiones partidistas o simplemente egocéntricas.

Que la información es el mayor aliado del poder nadie lo discute y si obtenerla de forma ilícita es censurable, su difusión de forma interesada tiene la misma calificación. Los medios públicos de comunicación deben gozar de independencia para emitirla de forma seria y contrastada. Solo así los ciudadanos podremos desarrollar nuestros propios criterios.

La libertad de expresión es un derecho fundamental consagrado en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y de ahí se deriva la libertad de prensa. En el artículo 20 de nuestra Constitución igualmente se recoge este precepto, reconociendo el derecho a "expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción".

Es una realidad que los más influyentes medios de comunicación públicos, españoles o catalanes están al servicio del poder, por lo que la información que recibimos es ciertamente cuestionable, conculcando gravemente ese derecho fundamental. Así, nuestras opiniones, en función de las informaciones recibidas son sesgadas, lo que nos hace vulnerables a la manipulación.

De igual forma, me parece muy grave que usando el estatus político, gobernantes insensatos, traten de anular o hacerse con el control de los medios de comunicación privados. Es inconcebible que en un país democrático como el nuestro, algunos de los que tienen en su ideario la defensa a ultranza de la libertad de expresión, empleen su fuerza para tratar de manejarlos a su antojo. La hipocresía llega a todos los rincones y no solo a las cañerías del Estado. Estemos alerta.