La historia de Irene, de 11 años, podría ser la historia de cualquier niño de la comarca benaventana. El miércoles de la semana pasada montaba en bicicleta con sus primas en Fuentes de Ropel y se cayó accidentalmente. Tuvo mala suerte y se golpeó el costado izquierdo con el manillar. El impacto la rompió el bazo.

La niña se quejaba del dolor y sus padres la llevaron al Hospital de Benavente. El relato de lo sucedido esa noche y durante la madrugada es el relato de su padre de principio a fin. La pequeña entró en urgencias cinco minutos antes de las nueve de la noche. La sala de espera estaba llena de gente y los boxes estaban todos ocupados. Dos médicos "atendían cómo podían" la demanda en un trajín constante de box en box y de enfermo en enfermo.

Irene esperó casi una hora quejándose del dolor en la sala de espera, "cada vez más pálida", hasta que tuvo ganas de vomitar. En el baño vomitó sangre. Su padre pidió ayuda y, siempre según su versión, dos enfermeras acudieron a la llamada. Vaticinaron una herida en la boca. Finalmente la introdujeron en un box y una facultativa la examinó. Pidió una analítica de sangre y otra de orina.

La pequeña no pudo orinar para la prueba hasta casi una hora después, y en un nuevo episodio volvío a vomitar sangre. No hubo ninguna otra prueba exploratoria ni ecografía alguna. A las once de la noche la médico propuso a los padres el traslado a Zamora "para descartar lesiones internas".

La ambulancia fue solicitada -el padre de la pequeña asegura haber visto la hoja de solicitud- a las 23.43 de la onche, pero la ambulancia, la única disponible, estaba en Paradores de Castrogonzalo. Tenía que llevar a un paciente a su domicilio y luegro regresar al Hospital para recoger a Irene. La ambulancia llegó a aurgencias a la 1.05 de la madrugada y emprendió con la pequeña y su madre camino a Zamora, sin ningún apoyo sanitario. El padre viajó con su vehículo detrás de la ambulancia. En el viaje la niña, cada vez más pálida, temblaba.

La ambulancia entró en el Virgen de la Concha a las dos de la mañana. Ingresó en urgencias y en cinco minutos la cirujana de guardia, tras practicar una ecografía confirmó a los padres que Irene tenía roto el bazo. La sanitaria les explicó que era preciso intevenir, que Salamanca, con cirugía pediátrica, era el hospital de referencia, pero desaconsesjaba el traslado porque la niña estaba muy mal y el riesgo del traslado era alto. La cirujana intervinó a las 2.30 horas. Irene había perdido más de 700 centímetros cújbicos de sangre. Salió intubada y monitorizada de quirófano a las 4.15 de la madrugada y fue derivada la UCI pediátrica de Salamanca, dónde entro a las 5.30 horas.