Cuando -hace casi tres años-- Pedro Sánchez se presentó en Benavente lo hizo como el abanderado de los militantes del PSOE. Sin rubor alguno esgrimía un discurso asambleario mientras se granjeaba los apoyos del aparato del partido. No fue irrelevante el masivo apoyo a Pedro Sánchez de la todopoderosa Federación andaluza. En dicha comunidad el ex secretario general sextuplicó en avales y triplicó en votos a Eduardo Madina. Fue tal su éxito que en la agrupación local hubo que elaborar, a duras penas, una lista conjunta -perdedora al final- con los seguidores de Madina y de Tapias para oponerse a la de Sánchez. Ironías del destino, el representante de Izquierda Socialista, vulnerando el principio aristotélico del tercero excluso, jugó el papel de caballo de Troya facilitando la victoria de Pedro Sánchez. En aquellos comicios Pedro Sánchez obtuvo el 48,70% de los votos mientras que Eduardo Madina se quedó con el 36,19% y Pérez Tapias con el 15,11%. Los militantes que votaron a Tapias no sabían que de facto lo estaban haciendo por Sánchez. Esa operación fue diseñada por el otrora plenipotenciario secretario de Organización en Ferraz, Óscar López, a espaldas de las bases. El simulacro funcionó; ahora Tapias ya se posiciona a favor de Sánchez indisimuladamente.

Cuando Pedro Sánchez se presentó en Benavente en junio del 2014 los militantes sabían que Eduardo Madina representaba más fielmente la izquierda del partido. Sin embargo, hoy en día Sánchez-Castejón enarbola la bandera del izquierdismo que desmiente su propia biografía y la de los que le acompañaban y aún lo hacen. No es ajena la biografía al análisis político. Si hay un principio de la izquierda que no debe ser sacrificado es el de la consecución del bien común, frente a la defensa de los intereses particulares.

Biográficamente él y su equipo no hicieron más que acumular cargos orgánicos e institucionales, usando el partido no como un instrumento de cambio sino como ascensor social. Los giros desde las elecciones de diciembre del 2015 -desde la consulta a los militantes sobre el pacto con Ciudadanos hasta la propuesta de un Congreso exprés para ir a terceras elecciones- no pueden interpretarse sino como intentos de supervivencia de una élite que veía peligrar sus privilegios.

El relato del "no es no" a la investidura de Mariano Rajoy es el crujiente que envuelve la farsa. A la vez, ese crujiente desprende un tufillo antidemocrático ajeno al socialismo que bebe (también) de la tradición de los liberales españoles. Esa posición política que pone en cuestión los resultados electorales no es exclusiva de Pedro Sánchez. Al PP andaluz le costó cierto tiempo asumir su derrota y los conservadores en Benavente no entienden que los ciudadanos les han colocado en la oposición y que desde ahí también se puede hacer política (si quieren). Recuerda Daniel Innerarity en un artículo reciente que en el pluralismo democrático "hay momentos de decisión? en los que se determina quién manda y quién debe obedecer por un tiempo". Son las urnas, por tanto, quienes dictaminan -nos guste o no- los que serán nuestros gobernantes.

Es preciso ganar las elecciones o al menos tener el crédito de gran parte del cuerpo electoral y la credibilidad ante otros posibles socios para establecer mayorías que -lideradas por el PSOE- posibiliten un gobierno alternativo al del Partido Popular. Ninguna de las tres condiciones, en dos ocasiones, fue satisfecha por el ex secretario general que ahora se presenta a las primarias de un partido que acaba de cumplir 138 años. Tiene razón Susana Díaz cuando apela a un PSOE ganador. Es extraordinariamente importante implementar políticas que terminen con la desigualdad que corroe el pacto social. Y eso solamente se puede hacer desde el gobierno.

En Castilla y León tenemos experiencia en estar en la oposición (con la irrupción de Podemos y sin ella); a lo sumo hemos conseguido una vicepresidencia segunda de las Cortes y eso será importante para quien ostente el cargo, pero no es suficiente ni mucho menos para los ciudadanos. Pareciera que nos hemos instalado en la resignación, que nuestros proyectos políticos no han sufrido una actualización y que los votantes no nos perciben como agentes del cambio. Es preciso, por tanto, redefinir la socialdemocracia, recuperar la esfera pública y dejar patente, como diría Hanna Arendt, la necesidad de la buena política. En el proceso político que está viviendo el PSOE, cuando gane -y deberá hacerlo- Susana Díaz, todo aún estará por hacer. Pero al menos este país tendrá una alternativa. Ahora sabemos que aquello de "este chico no vale pero nos vale" no era cierto. Ni vale ni nos vale.

(*) Exportavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Benavente.