Cuando muchos curiosos se acerquen esta mañana a contemplar el rayo de luz equinoccial en la iglesia de Santa Marta de Tera, las puertas del museo parroquial abren sus puertas para contemplar las riquezas que albergan. La antigua escalera que da acceso a la planta superior del noble edificio que fuera palacio de los obispos adentra al visitante en un escenario didáctico, una colección museográfica que rezuma historia por doquier. Un contenido temático que refiere a la historia del templo, como la de la propia Santa Marta de Tera y su vinculación con el camino jacobeo, el denominado mozárabe.

Ya en el vestíbulo se respira la historia de hace siglos, del año 1550 cuando fuera construido el edificio, incluso en el acceso al templo y que constituye la parte de la antigua torre del conjunto románico con factura de los siglos XI y XII, asentado sobre un antiguo cenobio hispano visigodo.

El escenario enmarcado por una de las puertas más señeras, la occidental y que otrora permanecía cegada, aloja ya muestras de singular valor artístico como las reproducciones de la biblia jacobea o los relicarios marcados con el sello de santidad. Al igual, una reproducción de un códice del siglo IX, del escriba Danila, llevado al sur de Italia por el antipapa Gregorio VIII. La existencia de la edición facsimilar de la "Biblia de Danila" en el museo de Santa Marta de Tera obedece a que el escriba de tierra asturiana, hiciera el trabajo por encargo del rey Alfonso II el Casto, iniciador del Camino de Santiago.

Ni que decir tienen las copias de los manuscritos del Testamento de Isabel la Católica y del Codicilo (manuscrito posterior), suscritos estos traslados ante el Rey Fernando el Católico de paso por la villa de Santa Marta de Tera, en Santa Marta de la Riba de Tera el 21 de junio de 1506.

A los pies de la escalera del vestíbulo o sala de recepción de visitantes se muestra una variada colección de matracas y carracas en otros tiempos ruidosas, mas ahora silentes para la contemplación visual.

Pero sin duda, las piezas más antiguas de la colección museística se hallan en la planta superior. Junto al rosetón polilobulado el visitante, en su recorrido, tiene ante sí varios pergaminos con letra visigótica, las llamadas lipsanotecas. Es decir, tres cajitas de madera que guardan reliquias de santos acompañadas por las inscripciones en letra visigótica con la identificación de los aureolados.

El recorrido por la estancia permite acercarse a los ricos ornamentos litúrgicos, a las huellas del paño del antiguo pendón de Santa Marta, a una colección de 7 vestidos del Niño Jesús, confeccionados con hilo de ganchillo, de entredoses y organza bordada.

Los vasos sagrados u utensilios litúrgicos ocupan su lugar preferente, algunos con notable antigüedad y el simbolismo característico de un templo por el que desfilaron no pocas dignidades eclesiásticas, prelados, príncipes y cabezas coronadas. Destaca una delicada pieza de un cáliz limosnero regio, trabajada por el orfebre en el año 1752, del cardenal Álvaro de Mendoza quien fuera Patriarca de las Indias y capellán y limosnero mayor del rey Fernando VI.

Y junto a la rica colección de piezas no podían faltar las relativas al Camino Jacobeo, credenciales de peregrinos, símbolos o escritos porque Santa Marta de Tera se alzó ya en su origen como referente del peregrino en el camino a Santiago de Compostela.