Los nadadores del futuro pueden encontrarse cada mañana en las piscinas de Benavente. Calzan menos de un treinta y cinco y usan toallas con forma de poncho en los que al sacar la cabeza por el agujero se convierten en tortugas o princesas. Llevan, como el resto de usuarios, bañador, gorro y gafas de buceo, pero no todos se atreven a meter la cabeza debajo del agua.

Su imaginación es su mayor aliado, cuando dicen que están surcando el Mediterráneo con una tabla de corcho de apenas veinte centímetros de largo por diez de ancho; y también su mayor enemigo, al pensar que en la zona donde apenas les llega el agua a las rodillas pueden ahogarse.

Ahogarse es lo que buscan evitar padres, madres y monitores con los cursos de natación que durante todo el año se desarrollan en las piscinas municipales y la llegada del verano siempre es una época más apetecible para sumergirse en el agua.

Este año la demanda de los cursos para aprender a nadar ha aumentado cerca de un 50%, lo que ha obligado a contratar más personal.

El concejal de Deportes, Fernando Marcos, asegura que no conoce las causas por las que más niños y niñas se han apuntado este año y va directo a las soluciones: cuando otros años había dos socorristas, este año se ha aumentado a cinco: uno para la sesión de adultos y otros cuatro en la de menores.

"El ratio es de entre diez y doce alumnos por monitor, como no se puede aumentar el ratio hemos aumentado el número de profesores", detalla Marcos, ensalzando la nueva bolsa de empleo específica para socorristas, "sin la cual no podríamos haber contratado a tanta gente con un sistema de rotación tan ágil". Y es que el turno a la siguiente persona de la lista pasa cuando se completan las cuarenta horas semanales en la piscina.

Además del apoyo en los cursos, tres personas se encargan en exclusiva de los fines de semana, una del tobogán y otra va rotando según las horas que haya que cubrir para que los trabajadores de plantilla descansen.

El número cinco de la bolsa renunció cuando se le llamó por tener otro empleo, pero no perderá su sitio al rechazar el llamamiento por motivos laborales.

Mientras, en la piscina que tiene una isla, unas rayas rojas marcan el límite que los alumnos no deben superarse.

Se les clasifica en tres grupos, en función de si saben coordinar, meten la cabeza debajo del agua o acuden para perfeccionar su técnica en el agua.

La primera barrera que hay que romper con los pequeños es el miedo al agua, a continuación hay que atreverse a meter la cabeza debajo del agua y, sobre todo, ir soltándose poco a poco de los apoyos que se utilizan, como son los churros y tablas de corcho, que les ayudan a flotar.

Marcos asegura que "se enseña de una manera lúdica, para que las clases sean más amenas" y que el primer día, como fue ayer, "se les calibra el nivel para luego clasificarlos en los grupos".

Los cursos de natación se imparten una hora al día durante dos semanas consecutivas.