Quién lo iba a decir, voy a cumplir 100 años y aquí estoy!". Dice la abuela de Bretocino de Valverde, Ana María Bermejo Ferreras, quien el próximo 17 de abril se convierte en centenaria. "Y después de lo que ha pasado", apunta su hija Cristina refiriéndose a que su madre ha superado un cáncer detectado hace ya 35 años, "cuando eran otros tiempos", resalta la hija de la ya venerable vecina de Bretocino.

Una consulta rutinaria al médico de cabecera le daba cita cuatro meses más tarde a Salamanca. Pero hete aquí que su hija se encontraba entonces en Barcelona a donde la trasladaron hasta el hospital San Pablo de la Ciudad Condal donde se le practicó una mastectomía con un resultado más que satisfactorio, "y he llegado a los cien años", dice la señora Ana María emplazando a todas las mujeres a que sean fuertes.

La ya centenaria de Bretocino, Ana María como la llaman sus convecinos, es longeva por naturaleza, por sus genes corre la sangre de una vida prolongada. No en vano una de sus hermanas, Vicenta, falleció con 102 años, de eso hace ya 13, incluso un hermano, Manuel, fallecía a las puertas de la centena.

Ana María Bermejo nacía un 17 de abril de 1916 en la calle del Medio, junto al Trinquete o frontón, aunque después de casada se trasladó a vivir a la casa en la que reside, en la calle Peñota. Una vía que debe su nombre a la gran peña del río Esla. La cuarta de seis hermanos, tres mujeres y tres varones, se rodeó de una azarosa vida desde su infancia. "Tenía que ayudar en la casa", dice. Desde muy pequeña le tocó lavar la ropa en el río, atender a sus dos hermanos pequeños y ayudar en las tareas del campo. Con tierna edad se erigió en especialista en elaborar ungüentos salidos de la jara. De los montes de la dehesa de Mangas y de Valmasedo se arrancaban los arbustos nuevos para su cocción y obtener el exudado de los tallos, esa espuma que salía de las ramas y de la que se obtenían beneficios económicos, "porque venían de fuera a comprarla". Ana María se refiere a la esencia del ládano para uso en perfumería y cosmética, aunque ya entonces se utilizaba como subproducto en la industria farmacológica.

Calderas y calderas sobre la lumbre alimentada de encinares y jarales de Mangas o de Valmasedo impregnaban con el característico olor la llanura de la dehesa. De los terrenos convertidos en trigales que más tarde Ana María llegaba a segar. "Me tocó mucho segar a hoz", advierte la ahora venerable vecina de Bretocino recordando su juventud y ya de moza cuando la Guerra Civil le pilló haciendo pan. Porque de eso si que sabe Ana María y de los avatares en plena contienda civil al tener que esconder la harina entre paredes o entre jergones para que no se la requisasen. "No nos la pudieron requisar porque la metíamos en sacos entre paredes, incluso, a veces, la metíamos en un colchón y otro encima durmiendo en él para evitar que nos la llevaran", explica esta panadera de oficio que no de beneficio a este redactor de saga familiar de panaderos.

"Ahora comemos el pan, pero no de buena harina" recordando la finura del blanco polvo de entonces y con el que tantas piezas de pan amasó en su casa de la calle Peñota, ya de casada con el también vecino de Bretocino, Gumersindo Dueñas, al que todos llamaban cariñosamente "Trampolín". Los secretos de la elaboración del pan los compartimos, tanto en la materia prima, como en una parte fundamental, la del reposo de la masa ya dispuesta para su cocción. "La masa hay que dejarla venir, reposar dos veces, una antes de hacer la hogaza y otra después de hecha para introducirla en el horno", dice. "Ahora ya no hay buena harina como la de entonces y no se deja reposar la masa. Cuando la harina no era buena, no había quien dominase la masa, en vez de estirar se encoge", dice refiriéndose al moldeado sobre la artesa o la masera. Su hija Cristina se ríe recordando los dichos de Ana María.

La ya venerable vecina de Bretocino asistirá el domingo 17 de abril a una misa de acción de gracias en la iglesia parroquial y el Ayuntamiento le hace entrega de una placa y un ramo de flores. Sus convecinos le expresarán el cariño compartido a esta señora de reservada y extensa vida.