El debate de investidura ha sacado a la luz las miserias de algunos líderes que siguen sin entender que defender los intereses del conjunto de los españoles es algo más que ocupar un sillón dorado o disponer a su antojo de una serie de privilegios vetados al resto de los ciudadanos.

Es muy grave para un país como el nuestro, con más de cuatro millones de parados, que en el año 2015 la economía estuviera ralentizada, primero, por las elecciones autonómicas y municipales de mayo y posteriormente por las generales de diciembre. Ahora me temo que al no haber una opción de gobierno clara y con unos líderes políticos sin voluntad de entendimiento, hasta septiembre, en el mejor de los casos, seguiremos con esta incertidumbre política a la que hay que añadir la institucional, la económica y de identidad nacional, convirtiendo a nuestra querida España en un país inestable y poco fiable para los inversores. Con esta situación tan incierta, las reformas y sacrificios realizados no van a servir para nada.

El debate de investidura del señor Sánchez ha dejado claro que muy pocos tenían la voluntad "de dar su brazo a torcer" si no sacaban tajada en beneficio propio. Fue indignante y vergonzoso ver a un presidente del gobierno, en funciones, intentar convertir el Congreso en un teatro, donde él, como actor principal, declamó en un monólogo faltón e hilarante las carencias de los demás sin fijarse en su propio inmovilismo, incapacidad y cobardía a la hora de afrontar el mandato constitucional.

Más decepcionante y preocupante fue el monólogo del insultante Pablo Iglesias que creyéndose ya vicepresidente plenipotenciario, no por méritos propios, porque no ha demostrado hasta ahora absolutamente nada, sino por deméritos de los demás, se tuvo que conformar con justificar que su prepotencia y la falta de sillones le impedía unirse a unas propuestas que perfectamente podría asumir como suyas, pero que al ser presentadas por los que han tenido el mandato y la valentía de asumir el liderazgo de este país, no las puede aceptar.

Por otra parte, Pedro Sánchez y Albert Rivera han demostrado ser capaces de asumir la pluralidad y liderar un proyecto de gobierno en el que pueden confluir posturas ideológicas enfrentadas pero con puntos de encuentro y voluntades unificadas. Su mano tendida para llegar a acuerdos con otras formaciones con el objeto de desbloquear la situación de parálisis en la que se encuentra el país es un punto de partida que el resto de grupos debería tener en consideración.

Esta situación de obstinación, de líneas rojas y desacuerdos para que predomine una forma de trabajo o ideología sobre la otra es la consecuencia del amiguismo partidista que prima en las formaciones políticas. Las clases dirigentes, los asesores y fieles que ocupan cargos de responsabilidad en los partidos o en las instituciones públicas, en muchos casos, son nombrados en base a la fidelidad o el servilismo, sin tener en cuenta aspectos que en cualquier organización serían vitales como la capacidad, idoneidad, preparación o méritos. Todo esto hace que algunos dirigentes políticos se aferren desesperadamente a sus cuotas de poder y por este motivo tan mundano es por lo que no pueden hacer concesiones, ya que estarían abocados, en muchos casos, a perder lo que más anhelan y disfrutan, el poder dentro del partido o de la institución a la que representan.

Van por mal camino el señor Sánchez y el señor Rivera si piensan que con suprimir las diputaciones provinciales los ciudadanos vamos a creer que solucionan el clientelismo político. Esto es un mal comienzo, ya que dejan al descubierto su incapacidad para proponer reformas estructurales de calado en muchas instituciones públicas ya que es en el Senado, en las fundaciones, empresas públicas, etc. donde realmente se duplican y triplican los servicios de las administraciones y sirven de cobijo a los estómagos agradecidos de muchos políticos frustrados que nunca han tenido la opción o capacidad de prestar sus servicios en otros sectores que no sea el político.

Estamos de acuerdo que las diputaciones provinciales son entidades que necesitan de una reforma profunda, comenzando con la elección y capacidad de sus miembros y el diseño racional de los servicios que prestan, pero como conocedoras que son del medio rural, considero que son imprescindibles para la subsistencia de muchos núcleos rurales que se sentirían desprotegidos y abocados irremisiblemente a su desaparición.

Estamos en un momento crucial de la historia de nuestra querida España con escenarios políticos inéditos y confrontaciones ideológicas y pragmáticas enfrentadas por lo que necesitamos de políticos de altura, generosos en sus planteamientos, educados y correctos en las formas. Los enfrentamientos groseros con posturas bravuconas son resquicios de otra época pasada que no llevan a nada. Los ciudadanos hemos hecho los deberes, ahora los políticos deben dar la talla.