Victoriaville es una ciudad de la provincia de Quebec, al sureste de Canadá. La distancia con España es tal que el calculador de rutas de un conocido buscador en Internet no logra reconocer cuántos kilómetros separan ambas naciones.

Un programa de intercambio entre la Consejería de Educación y el gobierno canadiense ha acortado estas distancias, haciendo posible que varios jóvenes de Castilla y León realicen una estancia de dos meses allí. Es el caso de Jorge González Vega estudiante de cuarto de Educación Secundaria en el Instituto Los Sauces y único representante de la provincia de Zamora para este programa de intercambio.

Lecciones de vida

González enumera los aprendizajes que ha supuesto su experiencia, de la que acaba de aterrizar a finales de febrero.

La primera, por supuesto, el idioma, que es el objetivo principal del programa de intercambio. "Soy bastante cortado y ahora hablo francés con fluidez", explica.

Segunda lección: "hacía muchísimo frío; el peor día de todos hubo 38 grados bajo cero. Nunca había estado a esa temperatura y tuvieron que dejarme ropa de nieve. Al volver a España he notado tanto la diferencia que ahora voy en sudadera a todos los sitios".

Tercera clase cultural: la gastronomía. "Le ponen sirope de arce absolutamente a todo, incluso a la ensalada, así que eso me extrañó bastante, pero en general bien, no tuve problemas".

Cuarta enseñanza: la reciprocidad. Su homólogo en Canadá también visitará Benavente. Se quedará en casa de Jorge y asistirá a las clases de Los Sauces, como el benaventano ha hecho estos dos meses, conociendo a su familia y amigos.

El joven lleva las letras en la sangre y le gustaría estudiar el Bachillerato de Humanidades, continuar formándose en idiomas y el Grado de Traducción e Interpretación rondándole la cabeza, aunque aún no está decidido por completo.

Choque cultural

La quinta clase estuvo en el aula y también fuera de ella. El choque cultural aparece desde el mismo momento en que te saludas con alguien. "En España somos mucho de dar abrazos o dos besos para saludarnos. Allí aprendí que, si abrazas o besas a una persona, van a pensar que estás con ella; lo habitual es dar la mano. Sin embargo, aunque no tengan tanto contacto físico, son muy calurosos igualmente. Me acogieron muy bien y me sentí muy a gusto".

Séptima enseñanza: los profesores son más cercanos. "Son amigos de todos, aunque también hay excepciones".

Sexta lección: el horario no es como en España. "Iba a clase desde las nueve de la mañana hasta las cuatro de la tarde con una hora en medio para comer".

Último aprendizaje: ganas de repetir. "Espero poder volver a hacer un intercambio de habla francesa y, si puedo, también de habla inglesa", concluye el benaventano Jorge González.