Santa Cristina de la Polvorosa se resiste a perder una antigua tradición como es la de bendecir a las mascotas en la festividad de San Antonio Abad. Cumpliendo con el antiguo rito, todos los 17 de enero coincidiendo con la festividad litúrgica del patón de los animales, la familia Sobejano y la parroquia de Santa Cristina cumplen con la tradición desde, al menos, una fiesta de enero de 1890.

El pasado año, esta familia celebraba los 125 años de ritos con una mayor sencillez a aquellos tiempos en los que llegaba a participar todo el vecindario, dado que la tenencia de animales para el trabajo y sustento familiar era uno de los denominadores comunes en las familias tanto de Santa Cristina como del resto de localidades.

Ya únicamente el sacerdote imparte la bendición a las mascotas, cuyos dueños llevan hasta la iglesia, en Santa Cristina, Burganes y en Olmillos. En la jornada de ayer, la que la iglesia dedica a san Antonio Abad, las puertas de las iglesias se abren para recibir a los animales. En Santa Cristina se realiza una procesión con la imagen del santo alrededor de la iglesia y la misa en su honor. Previamente se ha venido celebrando el oficio de un tríduo, desde el viernes.

En Olmillos de Valverde, los cofrades de San Antón se encargan de subastar a las puertas de la iglesia, y ello tras la misa, los animales que los devotos del santo han entregado para recaudar fondos que sirvan para ayudas en el pueblo.

En otras localidades de la comarca, ya en muy pocas, se celebran misas en honor a san Antonio como es el caso de Junquera de Tera. N o obstante la imagen de este patrón de los animales se encuentra en la mayoría de los retablos del altar mayor o laterales de las parroquias de la zona, dado que su veneración ha estado siempre muy arraigada en la comarca.

Por la iglesia de Santa Cristina desfilaba al mediodía de ayer un variopinto paisaje de animales, perros, gatos, gallinas, loros, diversos pájaros que anunciaban su presencia con alborozo a la espera de la salida del santo patrón y del sacerdote para recibir la bendición.

Incluso, algún rezagado can de raza buldog estaba expectante sobre una de las aristas de la torre octogonal. Expectante y firmemente sujetado por su dueño porque su sola presencia incrementaba más el jolgorio del variopinto paisaje. Así que "mejor es que no nos acerquemos", decía su joven dueño.