La primera plaga bíblica que tiñó el Nilo de rojo o el hallazgo de una pila bautismal con agua sanguinolenta a las puertas de una ermita de los Alpes suizos, fueron provocadas por algas según los científicos. La lluvia roja que cayó durante el otoño de 2014 y el invierno y la primavera de 2015 en Ayoó de Vidriales también. La inquietud de un vecino de la localidad vidrialesa, Joaquín Pérez Turrado, y el tesón de un equipo de investigadores comandado por el geólogo de la Universidad de Salamanca, Javier Fernández Lozano, han permitido desentrañar el misterio de esta lluvia roja sobre el valle vidrialés después de un año de investigación. Haematococcus pluvialis, es el nombre de esta alga verde unicelular que produce un ketocarotenoide conocido y utilizado por empresas como Yamaha para absorber en sus fábricas las emisiones de CO2 y volcarlas luego en piscifactorías de truchas. Los salmónidos terminan absorbiendo el pigmento que da luego el color asalmonado a su carne.

El estudio, intitulado Presencia de Haematococcus pluvialis (Flotow, 1844) en la provincia de Zamora (Haematococcaceae), acaba de ser publicado en una revista científica norteamericana. El trabajo concluye que el aspecto rojizo de la lluvia sobre esta parte de la comarca benaventana se debía a esta microalga no tóxica que, transportada por los vientos del oeste, terminaba pigmentando el agua de las precipitaciones.

Ni veneno ni estelas

El estudio se realizó por un equipo multidisciplinar de geólogos, biólogos y paleontólogos de la Universidad de Salamanca que permitió establecer el tipo de alga, el reconocimiento de distintos estadios vitales, "así como la importancia y control que juegan los vientos que, procedentes del oeste, son canalizados a través de los relieves de la Sierra de Carpurias y son finalmente responsables del transporte de este microorganismo", explica Javier Fernández.

Gracias al estudio detallado sobre el origen y procedencia de esta alga, "se resuelve la polémica suscitada en pueblos próximos como Fuente Encalada, donde las aguas de los abrevadores y acequias de riego se tornaron de color rojo, por la posibilidad de que sus aguas pudieran estar siendo envenenadas. Se descarta además cualquier posible relación con las estelas de los aviones y relacionadas últimamente, no sin polémica, con la emisión de contaminantes, como las llamadas "chemtrails", con las que habían sido vinculadas en los últimos meses por las poblaciones locales y algunos investigadores", añade Fernández.

La novedad de la investigación y de sus conclusiones estriba en que se trata del "primer hallazgo de este microorganismo en Zamora y uno de los pocos registrados en el noroeste peninsular (sólo se conocen otros dos en Portugal y Asturias)". Además, se realiza por vez primera un análisis sistemático de su procedencia basado en el estudio estadístico de datos meteorológicos (de lluvia y dirección de vientos predominantes durante el periodo de estudio). "El trabajo permite conocer su origen y descartar las grandes masas de agua cercanas como el lago de Sanabria y los embalses próximos a la localidad de Ayoó de Vidriales, como fuentes de procedencia de la misma", indica el geólogo.

Inquietud y tesón

Ver el agua rojiza estancada llevó a Joaquín Pérez Turrado a preguntarse qué estaba ocurriendo. La repetición del incidente le llevó a contactar con Javier Fernández que le propuso recoger de forma sistemática muestras de agua cuando lloviera. Pérez Turrado colocó recipientes para recoger la lluvia desde octubre de 2014 a abril de 2015. Estas muestras han sido fundamentales para la investigación.

El trabajo en el laboratorio de Fernández, de Antonio Guillén Oterino, de Gabriel Gutiérrez Alonso, y de José Abel Flórez, permitió detectar la microalga que producía el fenómeno.

"No se descarta que este organismo pueda seguir apareciendo en el futuro y que su distribución no sea exclusiva de la Comarca de Benavente, por lo que creemos que es posible que pueda aparecer en muchos otros lugares de Zamora. Sin embargo, al no existir un estudio detallado de recogida de aguas de lluvia, no se tiene constatación de su presencia en otras zonas de la provincia o el noroeste peninsular. Finalmente, no podemos descartar que la procedencia de este microorganismo pueda ser lejana, dejando la puerta abierta a un posible transporte desde el otro lado del Atlántico", señala el investigador.

Los agricultores y ganaderos de Ayoó y Fuente Encalada pueden mirar al cielo con tranquilidad cuando la lluvia roja caiga de nuevo.