Villageriz solo tiene 48 habitantes, es el municipio como tal de la comarca benaventana que cuenta con un menor número de vecinos. No obstante, la tradición sigue viva en esta localidad de la Sierra de Carpurias. Viva y así la quieren mantener sus vecinos celebrando la festividad de san Antonio de Padua, el venerado santo milagrero al que no pocos todavía le siguen rezando un responso para encontrar unas gafas o una cartera perdida y a quien se dirigían las mozas en busca de un buen novio.

La pequeña talla del santo salía a las calles de Villageriz como siempre lo ha venido haciendo, en el día de su festividad litúrgica, el día 13 de junio. Esta pequeña imagen que comparte el área central del retablo recientemente restaurado junto a otra de similar tamaño, la de san Ignacio de Loyola, era procesionada ayer por las empinadas calles de Villageriz desde el templo parroquial dedicado a san Pedro, en un altozano de las estribaciones de la Sierra en la que las rocas comparten escenario con las torretas eólicas del parque de «las Labradas».

Eran poco más de la una de la tarde cuando el párroco Miguel Hernández, ayudado por un compañero sacerdote de Brime de Urz, Gabriel Benavides, daba comienzo al oficio religioso de la procesión no sin antes presentar ante los feligreses a su ayudante en el altar. Se iniciaba la comitiva procesional por las sinuosas y desniveladas vías entre las típicas construcciones de piedra y adobe que han dado cobijo a los vecinos de este pueblo. Pocos son los participantes en el desfile procesional porque son también pocos los vecinos que habitan Villageriz, pero hasta aquí llegan residentes fuera del pueblo para encontrarse con sus paisanos y seres queridos. San Antonio de Padua llega ya a lo alto, a la terraza junto al pórtico del templo, desde donde se divisan unos terrenos donde proliferan los viñedos, desde el otero entre olivos también se llegan a divisar los pueblos cercanos. La comitiva se adentra en la iglesia para rendir homenaje a su venerado copatrón san Antonio de Padua. Parece que el retablo cobra una mayor viveza con los rayos de sol que penetran por la ventana del presbiterio. Las láminas de oro aplicadas sobre el estuco y el bol de Armenia del maderamen barroco se iluminan permitiendo contemplar todo el esplendor de su data, del año 1750, aunque el conjunto está asentado sobre una viga en la que aparece el año de 1571 en números romanos y que muy probablemente pertenecería a la antigua ermita que tras sucesivas transformaciones desde el siglo XIII coincidiendo con el incremento de población vendría a determinar las siguientes intervenciones constructivas desde entonces.

La celebración eucarística en honor a san Antonio de Padua daba paso a que los vecinos fueran obsequiados por el Ayuntamiento con un ágape. El salón municipal venía a cobrar vida como antes lo hiciera el templo en el que reside el venerado san Antonio de Padua.

En el valle de Vidriales, la localidad de Cunquilla también celebró ayer los festejos en honor a su venerado santo con una misa, procesión y la bendición de los campos.