A la voz en alto: «¡Paren la Virgen!», los devotos detienen la carroza con la imagen de Nuestra Señora de las Encinas en su marcha procesional desde la iglesia de Abraveses de Tera hasta su sede en la ermita. Una y otra parada en la que el secretario de la cofradía va anotando en un cuaderno los nombres de los vecinos que al llegar la Señora delante de sus casas ofrecen un voluntario donativo. Al pasar delante de las casas y de las fincas por el itinerario romero desde el pueblo hasta el alto de Casares, un altozano desde donde se domina la fértil vega del Tera. Así se ha hecho siempre desde hace siglos en Abraveses de Tera y cada siete años. Así que la cita del atardecer del lunes de Pentecostés en Abraveses de Tera constituía todo un acontecimiento social con hondos sentimientos entre los devotos que han tenido el privilegio de rendir tributo, en la iglesia, cerca de sus casas, a la Señora de Las Encinas, con un novenario. Misa al mediodía y el rezo del rosario por la tarde, con vela de oración a la Señora incluida desde el final de la misa hasta la novena.

La carroza con la imagen de la Virgen salía a la calle por la puerta grande de la iglesia, la que se abre cada siete años para recibirla y para despedirla. Un portalón orientado al norte y junto al que estuvo hasta hace poco tiempo un osario y el viejo cementerio. Los mayordomos, a cuyo frente se encontraba el juez de esta cofradía de la Señora de las Encinas, Pristilo Llamas, se encargaban de que la carroza traspasase el muro norte con toda normalidad. Ya en la calle, esperaban multitud de devotos, la cruz de guía, dos elevados ramos romeros portados por dos mozos también de altura, así como el pendón enarbolado a duras penas por la presencia del cableado por las calles. Así que la enseña romera tenía que esperar a tocar el cielo del Tera al salir del pueblo, en dirección a la campiña y la ermita.

Paradas y más paradas con la imagen de la Virgen prolongaban una lenta comitiva que venía a facilitar la participación de muchos devotos con dificultades motrices en sus piernas. «Esto lo hacemos por la devoción que tenemos a la Virgen», decía una vecina de avanzada edad ayudada con un bastón en su camino romero. El toque de color lo ponían muchas féminas en la procesión de traslado de la Virgen, participando ataviadas con trajes regionales.

La ermita ya era un hervidero de gente a la espera de la llegada de la Señora, el cántico de la Salve daba paso al acto final, el de la entronización de la Señora de las Encinas en su sede y por el que un devoto de avanzada edad llegó a pagar un donativo de 1.320 euros.

La Señora de las Encinas será homenajeada de nuevo a finales de agosto, pero los vecinos no la tendrán de nuevo en el pueblo hasta dentro de otros siete años, como se ha venido haciendo durante siglos.