No hizo falta un cura que oficiara el desfile procesional de la Virgen del Agavanzal, los propios devotos se encargaron de que todo transcurriera con normalidad, como desde antaño se ha venido haciendo en el traslado de Nuestra Señora desde la iglesia parroquial, hasta su sede el santuario del Agavanzal.

La delicada salud del cura párroco y abad del santuario, Aurelio Pérez Miguélez, provocó que el último día del novenario no contase con el encargado de la parroquia, aunque dentro de los cánones litúrgicos no es necesaria la presencia del cura para este tipo de oficios religiosos. Una circunstancia que se verá repetida en varias parroquias ante la escasez de curas.

Las mujeres de Olleros de Tera no quisieron dejar a un lado en el cántico del Ramo, en la loa entonada ante la Virgen ya en su sede, en la ermita, al cura párroco rogando por su salud. El acto de entronizar a la Señora en el camerino del retablo del presbiterio se saldó con repetidas pujas que como donativos los devotos vienen aportando para sufragar los costos de mantenimiento del templo mariano y para el que están previstas reformas en el exterior afectando a la retirada de contrafuertes y reparación de la pequeña torre. En la entonación de la antigua loa, el grupo de féminas incorporaba también, en una de sus estrofas, los ruegos para que los responsables de la Administración Regional se encargasen de atender estas reformas de obras.

Con paso ligero, desde el templo parroquial en Olleros de Tera, al caer la tarde del domingo, del segundo de mayo como se ha hecho siempre, los devotos de Nuestra Señora la Virgen del Agavanzal, enfilaron un itinerario romero por la campiña de cultivos hasta las inmediaciones de las aguas del río Tera, en el Agavanzal, cuyo embalse adoptó este nombre precisamente del templo mariano que se halla coronándolo.

La Señora del Agavanzal, una imagen vestidera del siglo XVII, ya no vestía la habitual capa roja, el color del fruto de la agavanza, sino el blanco de la pureza. Los romeros desfilaban con la Señora en una comitiva encabezada por una cruz guía, tres banderas y el estandarte de la Virgen que por primera vez estrena este santuario gracias a la donación efectuada por su artesana, Milagros Burón López quien se encargó de confeccionar durante meses un delicado trabajo sobre paño bordado en hilos de oro.

La nueva enseña mariana pasa a formar parte del contenido del templo como hace siglos lo hiciera un retrato en lienzo del promotor de la construcción de la ermita, «Don Diego de Bustamante y Melgar perteneciente a la Orden de Santiago, caballero de la reina, vecino y regidor perpetuo de la ciudad de Toro y dueño y señor del término de la ermita de Nuestra Señora del Agavanzal», según reza y puede leerse con claridad en la parte inferior del lienzo colgado sobre el muro norte del templo mariano.